TEGUCIGALPA, HONDURAS.- “Primo, mirá que mi novia anda un poco enojada conmigo, ¿dónde puedo encontrar algo para ponerla contenta?”. Inmediatamente el sujeto con olor a marihuana y mochila negra entendió la referencia y contestó: “Simón. Viejito, hay para quemar y de la otra... 100 varas la mota y la blanca (cocaína) solo se vende en bolsitas de hasta 1,500 lempiras, pero es muy buena”.
“Man, ¿pero vos la vendés?”, preguntó el periodista.
“No, yo solo le hago el paro a los ‘manes’ que la venden”.
Fue así como EL HERALDO, con el riesgo de que sus reporteros resultaran descubiertos o que la operación terminara en un hecho lamentable, se internó en el mundo del microtráfico de drogas que opera adentro de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), una plaza de las drogas que es secreto a voces.
En varias zonas de la UNAH se venden estas sustancias ilícitas, pero la plaza más grande está entre el edificio D1 y F1, el famoso “reloj”, un corredor donde el reguetón suena a todo volumen, estudiantes consumen drogas y alcohol, y parejas del mismo sexo casi intimidando hacen de este centro educativo una zona de perversión a vista de todas las autoridades.
Y en medio de todo esto, este rotativo fue testigo de cómo se trafica con droga con total normalidad, aunque con riesgo.
Compra
“¿Pero quiénes venden la droga?”, insistió el periodista que se hizo pasar por un universitario más.
“Vos no te preocupes, perro. Dame las varas a mí y yo te la voy a traer, pero quítese la mascarilla que parece sospechoso”, dijo el repartidor, quien era un estudiante y estaba a escasos minutos de ir a clases.
“¿La va a comprar o no? Yo ya casi me voy a clases si quiere que le haga el paro”, repreguntó mientras el reportero medía los riesgos por si algo salía mal.
“Dale, tráeme una de la blanca y una para quemar, pero apúrate antes de que mi novia venga”, se accedió. Se le entregaron 200 lempiras.
Mientras el sujeto se alejaba, el reportero quedó observando para identificar el punto exacto donde tenían la droga.
En medio del bullicio y estudiantes recibiendo clases, EL HERALDO pudo detectar el lugar preciso donde tienen las ilícitas sustancias.
Minutos después el vendedor regresó al lugar acordado y dijo: “Perro, aquí se la traje, mire. Solo me suelta para el fresco”, dijo el repartidor que ya estaba urgido por ir a clases.
“Claro, tome 20 pesitos”, dijo el reportero. “Ya hablaste”, respondió.
Compra con traficantes
El repartidor, quien era estudiante, se marchó, pero ahora EL HERALDO quería hacer la compra directa de la droga con el traficante, quien se encontraba en la parte de atrás del edificio F1 rodeado de más sujetos.
Unos parecían estudiantes, pero otros tenían aspecto mal encarado, sumamente misteriosos y observadores, como si algo fuese a pasar. Estaban alerta ante cualquier situación.
Antes de llegar a comprar a una de las redes, se pidió referencia a personas que estaban cerca de los traficantes para medir el peligro que podría conllevar esta compra.
“Man, ¿con quién puedo comprar algo para quemar?”, se le consultó a un estudiante que estaba con su novia cerca del punto.
“Con ellos de ahí, pero anda con cuidado que no les gusta hacer mucha bulla”, advirtió el universitario.
Eran las 12:00 del mediodía y desde las 9:00 AM que este rotativo estuvo en la zona ningún tan solo guardia de seguridad merodeaba, eso sí, catedráticos estaban en el lugar muy tranquilos platicando entre ellos.
Llegó el momento de hacer el trato con los dueños de la plaza de la droga. Cinco sujetos en una base de cemento custodiaban la droga que estaba envuelta en sudaderas.Una vez estando frente a los intimidantes sujetos, la consulta fue directa: “Man, véndeme algo para... (se hizo gesto de inhalar) y algo para quemar también”.
Un sujeto que estaba de pie, volteó su enojado rostro y con voz exaltada respondió: “¿Y a vos quién putas te ha dicho que nosotros vendemos esto?”.
Los segundos se hicieron eternos en ese momento. Esto atemorizó por completo al equipo periodístico y sin poder contestarle al sujeto, un tipo que parecía estudiante que estaba con ellos salió en defensa del rotativo: “Tranquilo, el chiqui ya es cliente mío. Véndele”.
“Pues quitate esa mascarilla, no volvás a venir con eso puesto”, dijo el sujeto. “¿Qué querés? Tenemos mota, coca, licor, aquí tenemos lo que vos querrás”, ofrecía el que parecía el jefe, pero ya con un tono de voz más calmado.
“Solo dame 200 de mota”, pidió el reportero. “Pero andate para allá, allá te lo vamos a ir a dejar en un rato, pero antes págame”, dijo el cobrador. Los reporteros pagaron 200 lempiras y se marcharon a esperar en la zona donde se haría la entrega. Cinco minutos después, un tipo delgado llegó rebotando un balón de baloncesto y entregó el producto.
“Viejo, mirá que no tenemos para envolver la mota, te la voy a dar así. ¿Sabés qué?, en un recibo de te la voy a dar”.
La envolvió y la entregó. Ya concretada la compra, el equipo periodístico salió inmediatamente de la UNAH.