Tegucigalpa, Honduras.— Carlos Mejía, de 37 años, nunca imaginó que un accidente sería la peor pesadilla de su vida.
A eso de las 8:00 de la mañana del sábado 15 de marzo, su motocicleta derrapó en la carretera hacia Tegucigalpa. Tras el impacto, su cuerpo quedó tendido en el asfalto, sin poder moverse.
La ambulancia tardó más de una hora en llegar, y cuando por fin lo llevaron al Hospital Escuela, la esperanza de encontrar un alivio se desvaneció al instante.
La sala de emergencias, a la que llegaron más de 300 personas ese día, estaba saturada. Los pasillos, llenos de camillas rotas y sillas plásticas, apenas daban espacio para moverse.