TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Sandra, la niña de 13 años que vivía al otro lado del río, partió la mañana del lunes donde sus patronos dejando en su casa a sus padres y a sus seis hermanos y cuando regresó, en medio de la angustia y la desesperación, vio con asombro que no había nadie, ni rastro de la vivienda y mucho menos de sus seres queridos. Todos fueron arrastrados por las embravecidas aguas del río Choluteca.
Esta historia, que tiene su génesis en la vieja Morolica, Choluteca, es parte de tantas tragedias que ocurrieron aquella fatídica semana de finales de octubre de 1998 cuando el pueblo hondureño fue puesto de rodillas por el huracán Mitch, el más trágico de los últimos 200 años.
Los mayores de 25 años nunca olvidarán la catástrofe de aquel fenómeno que atacó ferozmente a un país vulnerable, desorganizado y con una población muy poco acostumbrada a la solidaridad humana.
Un antes y un después
El desastre marcó un antes y un después en la historia del país por su magnitud, por la cantidad de lluvia que cayó durante casi dos semanas y por las pérdidas de vidas humanas y los daños severos en todos los rubros de la economía que provocaron una solicitud desesperada de ayuda a la comunidad internacional por parte del entonces presidente Carlos Flores (1998-2002).
Fueron tales las consecuencias que dejó el huracán que el mandatario hizo a un lado su plan de gobierno para dedicarse primero a atender la emergencia relacionada con la búsqueda de más ocho mil desaparecidos que posteriormente fueron declarados muertos.
Luego, a restablecer los servicios básicos, las comunicaciones y la atención a 1.4 millones de damnificados que quedaron sin casa, sin trabajo y sin comida. La administración liberal diseñó un plan de reconstrucción nacional y de no ser por la ayuda internacional, no hubiese sido posible que el país saliera adelante.
El huracán “fue una tragedia de proporciones bíblicas”, dijo recientemente en una comparecencia de televisión el expresidente Flores.
Mientras se coordinaba la acción de emergencia, los familiares de otros seis mil compatriotas, cuyos cuerpos lograron encontrar, se dedicaron a enterrarlos casi de manera silenciosa y con poca compañía, pues todo mundo se dedicaba a lo suyo, a enfrentar la crisis.
Familias enteras desaparecieron, unas ahogadas y otras víctimas de desprendimientos de cerros que traían lodo, piedra y tierra.
1,306 centros educativosResultaron dañados a raíz del huracán Mitch en Honduras |
Pedro fue otro caso sonado en Tegucigalpa. Este hombre andaba trabajando y cuando regresó vio que su familia y su casa ya no existían, todos quedaron debajo de los escombros del cerro donde se asentaba la marginal colonia Nueva Esperanza.
En otra colonia capitalina un hombre departía con unos amigos cerca de su vivienda de dos plantas y de pronto vio cómo sus seres queridos subían desesperados al segundo piso, pero jamás se imaginó que la corriente del río subiría hasta cubrir totalmente la casa, derribándola con todo y la familia. De este hombre no se volvió a saber nada.
Estos son apenas parte de los casos que se conocieron en los medios de comunicación de los miles que ocurrieron en todo el país, pues los periodistas, hombres y mujeres claves en aquel momento, se las ingeniaron para cubrir estoicamente aquella tragedia que dejó luto y dolor permanente.
Un fenómeno, un monstruo
El Mitch fue prácticamente un monstruo que atacó sin piedad a una población indefensa y desprevenida.
Comenzó a formarse el 22 de octubre al oeste del mar Caribe como categoría 2, pero rápidamente fue ascendiendo su fuerza y velocidad hasta situarse en el nivel cinco, el más temible y catastrófico en la escala de Saffir-Simpson.
A una velocidad de 290 kilómetros por hora y situando su ojo de forma paralela a la costa atlántica de Nicaragua y Honduras, el fenómeno comenzó a introducirse a territorio hondureño de oriente a occidente con una categoría menor pero provocando lluvias constantes durante casi dos semanas.
Hubo momentos en que el huracán se estacionó en el norte de Honduras pero de pronto los vientos, aunque en menor intensidad, se desplazaron de norte a sur provocando lluvias de hasta 1,900 milímetros de agua que derivó en la crecida de los ríos y quebradas que se desbordaron por todos lados.
“Las primeras horas, cuando sentimos el impacto estremecedor de aquellos vientos y aquellas lluvias torrenciales, yo creí que los daños solo iban a ser en San Pedro Sula”, recordó el exgobernante Flores.
El daño humano y material
El huracán Mitch provocó grandes daños humanos y materiales en la costa norte, Francisco Morazán y el sur del país. El Informe de Desarrollo Humano Honduras 1999, de las Naciones Unidas, al citar estadísticas oficiales, dice que “el Mitch causó casi seis mil muertos, ocho mil desaparecidos, 12 mil heridos y más de un millón de damnificados”.
“Para un país de casi seis millones de habitantes”, resalta el informe, “estas cifras representan un golpe de enormes proporciones”. Se estima que el huracán causó en Honduras dos muertos por cada mil personas lo que representó “un aumento de casi un 40 por ciento en la mortalidad anual prevista”.
En educación, según cifras de la Secretaría de Educación citados por el Informe de Desarrollo Humano, los daños fueron cuantiosos. El año escolar 1998 fue clausurado un mes antes mientras se hacía una evaluación a la infraestructura que al final arrojó los siguientes datos: 1,306 centros educativos dañados, 3,158 aulas afectadas (1,031 destruidas y 2,127 dañadas).
En el campo de la salud, de 1,091 Unidades Prestadoras de Servicios de Salud, 123 fueron afectadas por el huracán “ocho de las cuales fueron completamente destruidas o inutilizadas”, según un informe de la Organización de las Naciones Unidas (OPS).
De acuerdo a un estudio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el huracán provocó unos 3,800 millones de dólares en pérdidas (91,200 millones de lempiras) en todos los rubros de la economía, incluyendo la infraestructura y los sectores sociales. Solo en el sector productivo las pérdidas se estimaron en 2,617.5 millones de dólares (62,802 millones de lempiras).