TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Aunque para muchos el dicho “estudia, porque un lápiz pesa menos que una pala” fue una simple frase, para otros es un reto del día a día.
Un ejemplo claro es Osman Geovanny Alonzo Gonzáles, un joven de 28 años de edad, quien desde muy temprana edad comenzó a trabajar en el oficio de la albañilería, para forjar su carrera con mucho sacrificio su carrera de abogado.
Luchador, decidido y resiliente, son algunos de los adjetivos que se le atribuyen a Osman Geovanny, quien es padre y esposo de una bella familia con quienes ahora comparte sus logros.
Es originario de Ojojona, municipio del departamento de Francisco Morazán, donde la palabra “maitro” la escuchaba en todas sus jornadas de trabajo, pero ahora, el poder escuchar “abogado” antes de su nombre, lo llena de orgullo, pues solo él conoce los sacrificios de sus tiempos de obrero.
Con solo una pala, cemento en un balde y unas ganas tenaces de salir adelante, Alonzo fue construyendo su futuro hasta llegar donde está parado el día de hoy. Desde muy joven empezó a vestir botas y sombrero, para ahora pasó a portar una toga y birrete en su cabeza tras ver concluido su sueño de una carrera universitaria.
“Mi primer trabajo fue como obrero, trabajaba en el campo, sembrando maíz, sembrando frijoles, café, también cuidaba ganado, andaba con caballos, todo lo que se debe a trabajo de campo”, mencionó Osman en entrevista con EL HERALDO.
Aunque el sol aún no saliera, ya era hora de partir rumbo a su trabajo, pues el camino era algo largo, al igual que sus jornadas de trabajo. “Me levantaba a las 3:00 o 4:00 de la mañana para irme a trabajar, regresaba a 6:00 o 7:00 de la noche”, recordó.
Con tan solo 11 años de edad, Osman, al igual que muchos jóvenes en el país, tuvo que decidir estudiar a distancia los sábados, ya que su trabajo en el campo consumía todos los días restantes de la semana. Sin embargo, esto no fue impedimento para seguir su sueño.
“Por las noches me ponía a estudiar y a hacer mis tareas con una velita, porque no teníamos electricidad. Y así pude sacar mis tres años de ciclo común” relató.
Un plato de comida y 25 lempiras, era su motivación diaria para levantarse a trabajar y así generar ingresos a su hogar. Poco a poco su salario fue aumentando cuando empezó a trabajar en construcciones más grandes. Y aunque de edad era pequeño, tenía un gran mentalidad.
“Empece a ganar 100 lempiras diarios, es decir 500 semanal, de los cuales le daba 300 a mi mamá y los otros 200 los usaba para mis estudios”, mencionó.
Llevar una pala y balde de lunes a viernes y una mochila con útiles los sábados, no era una tarea fácil, pero en su mente nunca se cruzó el pensamiento de rendirse, las ansias de superarse, eran más grandes que esas montañas que escalaba todos los días.
“Hay que echarle muchas ganas, porque las intenciones de superarse y las ganas de obtener un objetivo, una meta, son más grandes que el cansancio y que todo tipo de cosas que uno pueda sentir en el cuerpo. Así que hay que saber complementar ambas cosas” dijo Alonzo, mientras mostraba sus fotografías de su trabajo.
Vestido con camisas formales, pantalones negros y sacos elegantes: así era como se imaginaba él, pues la forma distintiva de vestir de los abogados, era algo que llamaba mucho la atención del pequeño obrero.
“Desde que estaba niño, me gustaba cómo se vestían los abogados, cómo hablaban, cómo interpretaban la ley y pues, fue algo que surgió desde que estaba en la escuela, me gustan bastante las leyes, interpretarlas y darles el sentido debido que se le debe dar”, dijo entre risas recordado su niñez.
Y aunque la edad no era la misma, su sueño de ser abogado se mantenía firme. El camino fue largo y un proceso bastante difícil, pues al ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), e iniciar su carrera las cosas se tornaron difíciles; sus jornadas de trabajos eran incompatibles con sus horarios de estudio.
Pese a que no contaba con mucha ayuda económica, sus familiares y amigos siempre estuvieron presente durante su trayectoria. Su gran labor y su desempeño, fueron dando frutos, permitiéndole conseguir un trabajo estable para sustentar sus gastos en la universidad.
“Yo no sé si será una ayuda o quizás sea algo que es recíproco, pues, uno ejecuta un trabajo y ese trabajo es retribuido con un sueldo, entonces depende de cómo uno se vaya portando en la vida, pues así va durante los empleos”, consideró.
Rendirse no era una opción, nunca estuvo en su vocabulario la palabra “renunciar”. Y, aunque su situación económica no era muy buena, una sacudida del polvo en sus zapatos y su mirada en alto, hacían que el cimiento se mantuviera firme en Osman.
“Quizás yo decía, ‘ya no puedo más’, porque la economía casi no me daba, pero renunciar solo por renunciar, jamás lo pensé”, aseguró con gran convicción.
El camino se veía cada vez más estrecho y difícil de pasar, muchas veces se sintió entre la espada y la pared. “Yo pensé que ya mi vida no iba a a continuar igual, que no iba a poder cumplir mis metas y se me obstaculizaba por el problema que tuve en ese entonces”, dijo tras recordar -sin entrar en detalles- el momento en que casi perdió su libertad. Pese a ser un recuerdo amargo y negativo de su pasado, también le ayudó a apasionarse por las leyes.
Fue así que al final del túnel, nueve años después, logró escuchar su nombre en la lista de nuevos profesionales en las recientes graduaciones en el Palacio de los Deportes de la UNAH.
Con casco en mano y su frente en alto, subió al estrado a recoger su tan ansiado título, donde resaltaba ese merecido “Cum Laude” en letras grandes.
“Cuando escuché mi nombre para ir a reclamar mi título, tenía ansias, nervios, no sabía qué iba a sentir, tomé las cosas con calma, me acuerdo que tenía mi casco de trabajar de albañil debajo de la silla, lo saqué de una bolsa negra y lo llevé en mis manos, en mi brazo”, comentó.
“Cuando iba pasando, la gente me quedaba viendo bien raro. Sentía como más nervios, pero a la vez levanté mi frente, seguí de frente hacia donde estaban entregando los títulos y regresé a mi silla”, explicó lleno de orgullo.
Su enorme esfuerzo tuvo su recompensa, pero nada de esto hubiese sido posible, sin la ayuda de Dios y su familia, a quienes dedica este memorioso día.
“Este logro se lo dedico a mi bebé, tiene cuatro meses, a mi esposa y especialmente a mi madre, porque fue una de las personas por las que yo empecé a a estudiar y luchar. Siempre he pensado en sacarla adelante; a mi abuela materna y paterna, a mis tías, hermanos, a mi familia en general. Espero que Dios y la vida me permitan lograr grandes cosas”, contó Alonzo con un título de abogado entre sus manos.
Su historia no se queda aquí, pues con su logro, Gonzáles busca motivar a la juventud y que pese arduas horas laborales, con esfuerzo y ganas de salir adelante se pueden cumplir sus sueños.
“No creo ser la única persona que viene de abajo que tiene sueños, que tiene ilusiones, que tiene metas, que quiere ser alguien profesionalmente, tener su título, su carrera universitaria, quizás en algún tiempo piensen en dejarlo, (les digo) que sean constantes, perseverantes, porque todo llega a su tiempo y poco a poco los años siempre van a pasar y si no se aprovechan, pues, de nada va a servir”, concluyó Osman Alonso con gran satisfacción.