COMAYAGUA, HONDURAS.- Desde el pasado 11 de octubre a las 6:07 con 39 segundos de la noche, todo cambió en Comayagua cuando un sismo de 2.9 grados de magnitud advirtió que un movimiento telúrico más potente estaba por suceder en las siguientes horas.
“El 11 de octubre no sentimos nada de movimiento. Fue un día normal de trabajo y como siempre, al salir fuimos a tomar un café con pan y a dormir”, narró don Arnulfo Miranda, un albañil de La Libertad, Comayagua, quien ni él ni el resto de la población sabían lo que sucedería un día después, el 12 de octubre.
Don Arnulfo y sus ayudantes estaban en plena construcción de una vivienda cuando a las 2:00 de la tarde, con 10 segundos, un potente temblor de 5.2 grados de magnitud en escala de Richter estremeció la zona.
“Salimos todos a la calle porque el corazón nos hizo plin, plin (latidos fuertes)... Duró como cinco segundos, pero rápidamente volvimos a ponernos a trabajar porque son cosas normales”, contó.
Pero lo que no fue normal es que justamente 10 minutos más tarde nuevamente en Comayagua un segundo temblor de 4.2 grados puso otra vez en agonía a la población.
Y desde entonces hasta las 8:00 de la mañana del viernes 27 de octubre unos 87 sismos se han registrado en Comayagua dejando un centenar de viviendas dañadas, personas huyendo de sus casas de adobe y una alarmada población, quienes afirmaron que esta situación es apocalíptica “porque la venida de Cristo está cerca”.
Un equipo periodístico de EL HERALDO vivió en carne propia uno de cinco sismos que produjeron, a baja escala, en un recorrido por Minas de Oro, La Libertad, Las Lajas y Comayagua, para atestiguar cómo es vivir bajo la amenaza de constantes movimientos telúricos y la respuesta fue un ambiente apocalíptico, zozobra y tensión entre las poblaciones.
Además, se constataron testimonios de familias que duermen cerca de las puertas de sus viviendas esperando que en cualquier momento tiemble y salir huyendo.
En el parque central de La Libertad, don Rodolfo Rojas, con una experiencia de vida de 70 años, está sentado, pero un poco inquieto o en alerta.
“Siempre me gusta venir, pero ahora paso más tiempo aquí porque en mi casa está temblando mucho y en cualquier momento se nos cae la casita”, dijo.
Llegando a Las Lajas, una enorme rajadura en la vivienda de adobe de doña María Madrid reflejó los efectos de los 87 sismos, pero ella, aunque admite temor y ser la persona que despierta a su familia cuando tiembla de madrugada, confiesa que esto es parte de Dios.
“Son señales, ya estamos en los últimos días, estamos en las últimas horas, tenemos que creer porque lo que está en la Biblia se va a cumplir”, explicó a este rotativo.
Su fe está intacta, su tétrica vivienda no, y es clara al decir que “tengo miedo, mi familia tiene miedo. Yo los despierto en la madrugada cuando siento los temblores”.
Aunque los habitantes que, de un momento a otro comenzaron una vida con constantes temblores y, sin saber cuándo terminará esta situación, sus vidas ahora tienen un estilo diferente como Mario Flores que junto a su esposa y sus dos hijos, son el reflejo agónico de una población que ya hasta está dejando sus casas por temor a que se les caiga.
Mario, de Las Lajas, sale todas las mañanas a cortar café, pero siempre “llamo a mi familia para saber si sintieron temblores y si está bien. Mire, esto es triste, aquí en esta puerta ponemos un colchón y dormimos los cuatro por si tiembla salimos rápido”.
Mientras muestra las grietas en las paredes de su vivienda de adobe producto de los movimientos telúricos, su esposa María Vázquez con un bebé de un año en brazos, sollozando expresó que ya no aguanta la incertidumbre de que en cualquier momento un fuerte sismo pueda terminar en tragedia en su hogar.
“No, no es fácil. A veces los vecinos gritan: -¡Está temblando, está temblando!- Y lo peor de todo es que nosotros no sentimos nada y es ahí donde esta casa nos puede caer”, explicó la ama del hogar.
Por otra parte, para los padres de familia se ha vuelto una tortura mental enviar a sus hijos a clases sabiendo que en cualquier instante pueden suceder movimientos. Para los docentes, es un rato impartir clases sabiendo que por efectos de la naturaleza una tragedia puede acontecer.
“Esto nos toma por sorpresa. En el primer temblor no sabíamos qué hacer. Esto es fuera de lo normal, los niños se asustan, los padres nos llaman asustados, es un caos”, detalló la directora Valesca Flores del centro educativo público de Las Lajas, al momento que tiembla y está dando clases.
Esta zozobra continuará y no se sabe hasta cuándo terminará. Jorge Aguilar, experto en sismos, explicó que “esta es una zona sísmica activa llamada Depresión Central”.
Algunos líderes religiosos de Comayagua externaron que “esto es para que los pueblos se vuelvan a Cristo o los escenarios serán catastróficos”.