Hondureños en el Mundo

La casita que espera a Regina McDougal 'ya se va a caer”

En la humilde morada vive su hijo Juan Pablo Ordóñez McDougal, desempleado desde hace casi un año. A contrarreloj, busca ayuda para hacer mejoras antes de que su madre regrese de México

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14.04.2012

Cuando Juan Pablo Ordóñez McDougal supo que su madre vivía, después de darla por muerta durante los últimos 16 años, pidió prestados dos mil lempiras para ir por ella hasta México. Sin embargo, acababa de pasar la Semana Santa y el amigo al que acudió estaba tan pobre como él.

Ahora su preocupación no es el dinero para ir a buscar a su progenitora sino la casita que ella habitará cuando regrese a Honduras.

Juan Pablo vive solo en la colonia Modesto Rodas Alvarado II, en la misma vivienda que hace 25 años construyó su padre con sus propias manos y en la que convivió con su madre y sus hermanos. La misma casa de la que Regina salió en 1995 para buscar una mejor vida en Estados Unidos. Sin embargo, llegó solo hasta México, donde un autobús la atropelló y, aunque no le quitó la vida, le robó la memoria.

“Como yo vivo solo, va a estar mi mamá (conmigo) porque es la casa de ella”, explicó. No obstante, “la situación que yo vivo es bien precaria”. Juan Pablo es soldador, electricista, motorista, fontanero y hasta fotógrafo, pero está desempleado desde hace casi un año.

“Ando buscando donde me salga trabajo. He metido currículo en todos lados”, contó el hombre de 38 años.

De sus cinco hermanos, solo uno tiene trabajo y “la casita donde yo vivo ya se va a caer”, dice Juan Pablo. Ayer hizo varias diligencias con el patronato de su colonia para que le ayuden a cambiar el techo y el piso de la vivienda. Como primer paso, le dijeron que tomara las medidas de la casa.

El sueño suyo y de sus hermanos es darle una sorpresa a su mamá y mejorar la humilde morada que ella dejó hace casi veinte años.

Este sábado los hermanos, incluyendo la que vino desde San Pedro Sula tras conocer la noticia de que su mamá estaba viva, harán unas mejoras mínimas, porque no hay dinero para mucho.

Basta echar un vistazo para comprender que la casa no reúne las condiciones mínimas para que Regina habite en ella. Tras el accidente, la hondureña perdió la memoria y su lucidez no es la misma de antes. Además padece del corazón y de presión alta y baja.

“Todavía no lo puedo creer”

La pobreza que hay en la casa pondrá triste a su madre, dice por su parte Lesbia, de 44 años, hija de Regina y comerciante individual. Ella es una de las hijas mayores de Regina. “Todavía no lo puedo creer” que esté viva, asegura.

Ella y sus hermanos “hemos sido desunidos”, pero la inminente llegada de su madre los ha reunido a todos. Recuerda que en la primera conversación con su madre, hace unos días, le dijo: “Mami linda, yo la amo”, y se echó a llorar. Con voz suave, “como de alguien que ha sufrido una parálisis”, su madre le respondió: “No mama, no llorés, yo estoy bien”.

En la casa paterna está también Yessenia, quien el domingo regresa a San Pedro Sula ya que no hay más fondos para seguir en la capital.

Cuenta que tienen una hermana que vive en Estados Unidos y que igual que ellos lloró de alegría al saber que habían encontrado a su madre.

“Mejor sentate”

El primero de los hermanos en saber que Regina McDougal estaba viva fue Juan Pablo. Su tía Marcia lo llamó por teléfono. “Juanpa, sentate que te vas a ir para atrás”, le dijo. “Ya le iba a colgar más bien”, recuerda ahora.

Su tía continuó: “Encontramos a tu mamá”. Primero creyó que era una broma. “No, no estés bromeando así”, le respondió.


Pero finalmente vio la noticia que salió publicada en ElHeraldo.hn y una emoción tan grande que es imposible describir lo invadió a él y a sus hermanos.

Ahora solo esperan darle a su madre un techo digno, como esos que promueve el alcalde de la capital...

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