Hondureños en el Mundo

El niño en muletas y su padre que lo arriesga todo al migrar: '¡Golpéennos!, pero yo voy a pasar'

En exclusiva, EL HERALDO cuenta la historia de Juan y Noel, un niño hondureño con parálisis cerebral y que anda en muletas. Padre e hijo llegaron finalmente a Estados Unidos, tras sumarse a la caravana migrante en enero, para buscar un tratamiento que haga caminar al infante

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05.03.2021

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Una mochila modesta para almacenar un par de objetos y 500 lempiras en su bolsillo era lo único con lo que Juan José Orellana contaba para emprender su viaje. Antes de salir se despidió de sus tres hijos -uno de ellos con parálisis cerebral- con un gran abrazo y un beso como si fuese el último.

Era el 14 de enero del 2021 y el reloj marcaba las 6:00 de la tarde cuando Juan tomó sus pertenencias y dejó atrás el lugar que lo vio nacer: un pueblo en el municipio de San Antonio de Cortés, en Cortés, al norte de Honduras.

Casi 38.4 kilómetros recorrió para llegar a su primera parada: Villanueva, siempre en el mismo departamento.

Su hermano lo esperaba para llevarlo en su auto hasta la terminal de buses de San Pedro Sula, ciudad que hace dos décadas era atracción de negocios y que desde finales de 2018 es el punto de encuentro de miles de hondureños que emprenden en caravana la ruta del migrante rumbo a Estados Unidos.

Desde ese punto, le tocaba continuar sin compañía, relató el hondureño a EL HERALDO. Sin embargo, como si fuera una lección de vida, Juan aprendió que puedes empezar un camino solo y terminarlo acompañado, como le sucedió a él, que llegó a la frontera con su hijo Noel.

¿Conocen a Noel? Seguro que sí, era el niño símbolo de la última caravana. O más conocido por ser el protagonista de una foto donde aparecía con camisa cuadriculada, boina y dos muletas -más bien, bastones- como soporte para caminar debido a la parálisis cerebral.

En la caravana migrante

De Villanueva a San Pedro Sula fue un viaje de casi 26 minutos y en el trayecto los hermanos Orellana notaron a dos mujeres y un niño que caminaban a paso firme.

Detuvieron el carro y le preguntaron si de casualidad ellas también se dirigían a la misma terminal para darles un aventón. Desconocidas, pero a fin de cuentas tenían el mismo destino: sumarse a la caravana de migrantes.

La pandemia detuvo temporalmente estos flujos. Si ya cruzar Guatemala y México era difícil por los narcos, el crimen organizado, la vigilancia estatal y la política de 'Tercer país seguro', el confinamiento vino a poner otro cerrojo a ese fenómeno.

Sin embargo, tras llegar al punto de partido, Juan se asombró de la cantidad de personas en la terminal. Ya ni el covid-19 podía atajar esa marea de gente.

El ambiente estaba repleto de semblantes tristes. Muchos hondureños inclinaban su cabeza recitando oraciones para mitigar el dolor de perderlo todo y que lejos de recibir esperanza y oportunidades su país los terminó expulsando.

Al día siguiente, Juan -de aspecto serio con complexión gruesa y gran seguridad- iba rumbo a Copán (occidente) cuando un operativo detuvo el bus en el que se dirigía.

Los oficiales, de porte firme, aspecto serio y acompañados de perros de la unidad canina, subieron a la unidad de transporte y bajaron a todo aquel que no portaba documentos o era menor de edad.

-“¿A dónde va?”, le preguntó un oficial.
-“Voy con la caravana”, le contestó Juan.

El oficial ojeó por unos minutos los documentos y mientras se los devolvía le dijo: “vaya con Dios”, para finalmente retirarse.

Estos operativos ya preocupaban bastante a Juan. Él estaba consciente que si viajaba solo no iba a enfrentar problemas, pero unos minutos antes su esposa se comunicó con él para decirle que se iba a unir al viaje junto con el pequeño Noel.

Nada de esto estaba planificado y el punto de reunión de la familia sería en Copán, ubicado al occidente de Honduras y a solo 14 kilómetros de El Florido, fronterizo con Guatemala.

Al reunirse, los tres llegaron al límite divisorio entre Honduras y Guatemala, donde se encontraron con fuertes operativos que dificultaban el acceso al país vecino.

Sin embargo, Juan había escuchado a varias personas mencionar que la mejor forma de pasar la frontera era rodeándola por “El Cerro”, una montaña que se encuentra kilómetros antes de la aldea Vado Hondo en Guatemala.

Foto: El Heraldo

La historia de Noel fue ampliamente difundida. El coraje por llegar a Estados Unidos para buscar un tratamiento que lo haga caminar conmovió a miles de personas.

De interés: Niños y discapacitados, los otros integrantes de la caravana migrante

La foto del niño migrante

Mientras caminaban una persona fotografió al pequeño Noel y posteó la imagen en redes sociales. La imagen foto empezó a rondar por varias plataformas, causando empatía y dejando a cientos de personas conmovidas.

La familia no tenía idea de la existencia de la fotografía y siguieron su camino hasta El Cerro. Era un grupo de seis personas que iban por la montaña.

Era de noche y la oscuridad era uno de los mayores retos que tenían porque no lograban identificar a nadie y la única certeza venía de saber que todos eran hondureños.

El camino era rocoso y todos estaban cansados, no habían comido ni bebido nada y solo descansaban 30 minutos.

“Llegamos a una comunidad donde había luz y ahí vimos las caras de nuestros acompañantes. Entre ellos venía un moreno de Colón. Cuando llegamos a la primera comunidad nos sentamos y encontramos guatemaltecos y bien alegres nos regalaron agua, churros y uno de ellos se ofreció a llevarnos a cambiar los lempiras”, mencionó.

Las 7:20 de la mañana del día siguiente los sorprendió. Nadie había dormido y el cansancio empezaba a pesar en sus cuerpos. Entre todos los que iban en ruta pagaron una habitación para poder bañarse y descansar unos minutos, al menos para olvidarse por un tiempo del duro pavimento donde reposaban por ratos.

Con las pocas energías que les quedaban les tocó enfrentar a los oficiales en el punto de entrada al país vecino.

Al principio Juan estaba un poco alejado de la barrera humana impuesta por los policías de Guatemala y esperaba aprovechar que la propia multitud se impusiera para abrir camino.

Al ver que su plan se escurría por el temple y la resistencia de los oficiales, el hondureño decidió sumarse a la primera línea. En un momento, Juan pasa de la defensiva a la ofensiva, proyectaba la fuerza del agua a punto de romper la cortina de una represa: no había barrera que lo pudiera detener.

Si me quieren golpear, ¡golpéenme! ¡Golpéennos!, pero yo voy a pasar porque yo no quiero quedarme en Guatemala, señores', exclamó con los brazos elevados y una mascarilla quirúrgica que no le restaba fuerza a su voz.

“Yo solo quiero cruzar y lamentablemente esta es la calle que conduce hacia donde yo quiero llegar, lo siento mucho. No quisiera que esto sucediera, pero me toca”, expresó en compañía de su hijo y su esposa, mientras decenas de cámaras y reporteros se convertían en testigos de la fuerza de un padre.

Noel Orellana mientras ingresaba a México. Él y su familia lograron pasar la travesía de Guatemala gracias al apoyo de la gente y las autoridades de Migración.

Parecía que la suerte estaba de su lado pero el declive surge al llegar a Heroica Matamoros, una ciudad en Tamaulipas que colinda con suelo estadounidense. La familia se disponía a cruzar a Brownsville, Texas, pero la policía federal de Estados Unidos los detuvo.

Tener una negativa siempre es doloroso y más cuando se está a unos pasos de poder cumplir con ese sueño que tanto les había costado. El hondureño relató que en ese momento sintió tristeza y terror porque Matamoros suele ser una ciudad peligrosa en donde se puede llegar a exponer a un secuestro, extorsión y hasta perder la vida.

Decidieron buscar otros medios y viajaron casi 89 kilómetros hasta Reynosa, Tamaulipas, para descansar y volver a intentar ingresar a Estados Unidos.

“Nos fuimos a Reynosa y cruzamos el río. Llegamos a Estados Unidos y estando ahí caminamos dos horas, vimos a la patrulla de Migración y ahí fue donde nos detuvieron e hicieron todo el proceso que hacen de arrestarnos', relató.

Esa detención temporal implicó un sacrificio: 'Me separan de la mamá y del niño y comienza el proceso de papeleo y huella, al final entramos el 23 de enero”.

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A pesar del miedo y las dificultades, Juan mencionó que ellos fueron bendecidos y que lograron llegar a su destino sano y salvo con la esperanza de encontrar un hospital especializado que logre ayudar al pequeño Noel.

Han sido 11 años de lucha. Noel nació vía cesárea y en el proceso estuvo unos segundos más de lo que debía permanecer en el vientre de su madre, provocando ausencia de oxígeno en el cerebro.

En su expediente figuran tres operaciones y ha recibido tratamiento oxigenantes cerebrales, pero ninguno de estos han tenido los resultados esperados.

En la entrevista, Noel se mostró un poco tímido, pero con una voz dulce y suave recordó el tiempo en Honduras, como si hubiera sido hace un par de años, entre la escuela y su familia.

Juan y Noel llegaron a la primera parada del camino, mucho en tan poco, aunque queda otro trayecto largo: la sanación. Sin todavía un escenario médico claro, ya que están recién llegados a Estados Unidos, Noel sigue manteniendo la fe y juntando sus manos para pedirle a Dios que en esta nueva oportunidad sí le dé una cura.

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