Tegucigalpa, Honduras
Nering, de solo 15 años, dice que pronto tratará de llegar a los Estados Unidos. Dice que conoce muy bien los peligros que tiene que confrontar en el camino, pero señala que todos los días vive en peligro en su barrio ubicado en el norte de Honduras, dominado por las pandillas.
“Aquí hay que vivir con miedo”, dice.
Unos desconocidos atacaron a su hermana y la asesinaron. Cinco adolescentes de entre 14 a 19 años fueron baleados frente a un centro de recreación para jóvenes donde le gusta pasar el rato.
Y al comerciante que se encuentra a la vuelta de la esquina le dispararon. La lista es interminable.
Nering, dice: “Lo he pensado mucho. Me voy a ir”. Esa es la cruda realidad que viven los jóvenes en Honduras y que UNICEF Honduras retrata a través del Informe Sueños Rotos: El peligroso viaje de los niños centroamericanos a los Estados Unidos.
El documento fue publicado este mes por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Y es que el flujo de los niños refugiados y migrantes de Centroamérica que tratan de llegar a los Estados Unidos no muestran ninguna señal de detenerse, a pesar de los peligros que entraña el viaje y al endurecimiento de las medidas de inmigración que se aplicaron después de que se registrara un gran aumento en las cifras a mediados de 2014.
En el primer semestre de 2016, casi 26, 000 niños no acompañados y cerca de 29, 700 personas que viajaban en familia –la mayoría mujeres con sus hijos pequeños– fueron detenidos en la frontera de los Estados Unidos, detalla el informe de UNICEF Honduras.
Una gran cantidad de estos jóvenes y familias procedentes de El Salvador, Guatemala y Honduras, donde se registran algunas de las tasas de homicidio más altas del mundo. Tratan de alejarse de las brutales pandillas que les atacan o de la pobreza y la exclusión que les impiden recibir una educación y tener esperanzas. Muchos viajan también hacia el norte para reunirse con sus familias.
Gran parte de los adultos y algunos de los niños detenidos en la frontera son deportados mediante procedimientos acelerados; las mujeres y los niños pasan semanas, o a veces meses, detenidos, mientras que los niños no acompañados tienen que hacer frente a una situación de incertidumbre durante varios años antes de que sus casos se tramiten en los tribunales de inmigración.
UNICEF Honduras revela que todos estos niños y niñas necesitan protección en cada etapa del camino: en sus lugares de origen, durante el viaje y en el destino final. Si les deportan, las pandillas (conocidas como 'maras' en la región) de las que habían tratado de huir cuando partieron podrían asesinar o violar a algunos de ellos.
“Es desgarrador pensar en esos niños que como Nering –la mayoría de ellos adolescentes, algunos son incluso más jóvenes– haciendo el viaje agotador y extremadamente peligroso en busca de seguridad y una vida mejor', dijo el director ejecutivo adjunto de UNICEF, Justin Forsyth, .
Nering, de solo 15 años, dice que pronto tratará de llegar a los Estados Unidos. Dice que conoce muy bien los peligros que tiene que confrontar en el camino, pero señala que todos los días vive en peligro en su barrio ubicado en el norte de Honduras, dominado por las pandillas.
“Aquí hay que vivir con miedo”, dice.
Unos desconocidos atacaron a su hermana y la asesinaron. Cinco adolescentes de entre 14 a 19 años fueron baleados frente a un centro de recreación para jóvenes donde le gusta pasar el rato.
Y al comerciante que se encuentra a la vuelta de la esquina le dispararon. La lista es interminable.
Nering, dice: “Lo he pensado mucho. Me voy a ir”. Esa es la cruda realidad que viven los jóvenes en Honduras y que UNICEF Honduras retrata a través del Informe Sueños Rotos: El peligroso viaje de los niños centroamericanos a los Estados Unidos.
El documento fue publicado este mes por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Y es que el flujo de los niños refugiados y migrantes de Centroamérica que tratan de llegar a los Estados Unidos no muestran ninguna señal de detenerse, a pesar de los peligros que entraña el viaje y al endurecimiento de las medidas de inmigración que se aplicaron después de que se registrara un gran aumento en las cifras a mediados de 2014.
En el primer semestre de 2016, casi 26, 000 niños no acompañados y cerca de 29, 700 personas que viajaban en familia –la mayoría mujeres con sus hijos pequeños– fueron detenidos en la frontera de los Estados Unidos, detalla el informe de UNICEF Honduras.
Una gran cantidad de estos jóvenes y familias procedentes de El Salvador, Guatemala y Honduras, donde se registran algunas de las tasas de homicidio más altas del mundo. Tratan de alejarse de las brutales pandillas que les atacan o de la pobreza y la exclusión que les impiden recibir una educación y tener esperanzas. Muchos viajan también hacia el norte para reunirse con sus familias.
Gran parte de los adultos y algunos de los niños detenidos en la frontera son deportados mediante procedimientos acelerados; las mujeres y los niños pasan semanas, o a veces meses, detenidos, mientras que los niños no acompañados tienen que hacer frente a una situación de incertidumbre durante varios años antes de que sus casos se tramiten en los tribunales de inmigración.
UNICEF Honduras revela que todos estos niños y niñas necesitan protección en cada etapa del camino: en sus lugares de origen, durante el viaje y en el destino final. Si les deportan, las pandillas (conocidas como 'maras' en la región) de las que habían tratado de huir cuando partieron podrían asesinar o violar a algunos de ellos.
“Es desgarrador pensar en esos niños que como Nering –la mayoría de ellos adolescentes, algunos son incluso más jóvenes– haciendo el viaje agotador y extremadamente peligroso en busca de seguridad y una vida mejor', dijo el director ejecutivo adjunto de UNICEF, Justin Forsyth, .