El compatriota, originario de Alubarén, Francisco Morazán, migró a España en 2013 y desde entonces lucha por alcanzar el éxito en el extranjero.
Con su familia separada por la distancia, Carlos no tuvo más opción que migrar para reencontrarse con su esposa Suyapa Maradiaga y sus hijos Josué, Karla, Britani y Ainhoa Elisabeth, quienes años atrás habían partido con sueños y esperanzas hacia el Viejo continente.
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'En España no hay trabajo para |
Lo que más lo motivó a marcharse fue procurar 'que la familia estuviera junta', comenta a Diario EL HERALDO. 'Me fui a alcanzar a mi esposa que había viajado antes en busca de mejores oportunidades'.
La primera vez que emprendió la ruta migratoria fue muy difícil y tuvo que retornar a Honduras, pero en el segundo intentó logró su sueño: comenzar su propio negocio.
Pese a que su esposa llevaba tiempo en España para él no fue nada fácil conseguir trabajo. 'Es menos complicado para las mujeres, (no digo que sea fácil) ellas tienen más oportunidades. Uno la pasa muy mal, no hay trabajo para los hombres en España', afirma.
Un hombre perseverante
Aunque al principio no halló trabajo, Carlos no se desmotivó. En lugar de deprimirse, decidió volcar todas sus fuerzas para buscar otras opciones... y como en Honduras se dedicaba a las ventas, empezó a
preparar burritas para ofrecerlas a tres euros cerca de varios centros de trabajo. Su brillante idea le permitió iniciar a ser reconocido por su delicioso sazón, y el negocio no paró ahí: poco a poco incorporó la venta de ropa y calzado para mujeres.
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Tiempo después Carlos pudo encontrar trabajo con unos dominicanos a quienes les ayudó a levantar un negocio, pero lamentablemente estos le quedaron mal. 'Me pasó lo mismo en dos trabajos, yo buscaba los clientes y al final mis jefes ni me pagaban', nos cuenta.
Lo que más extraña: 'A la familia y amigos y la
libertad que tenemos en Honduras de ir a donde queramos'. |
Decidido a no dejarse vencer, Carlos finalmente juntó unos ahorritos y con préstamos de amigos, empezó a vender comida por su cuenta hasta abrir el restaurante Bar catracho vamos donde Lovo.
Con tacos, enchiladas, sopa de mondongo y nacatamales, Carlos Antonio logró conquistar a muchos hasta convertirlos en sus fieles clientes, la mayoría catrachos, pero también nicaragüenses y ecuatorianos (a estos últimos les encanta la comida hondureña, nos comenta).
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En los pasillos del local destacan colores patrios; en sus mesas y paredes exhibe camisolas de clubes del fútbol hondureño... en resumen, el Bar catracho vamos donde Lovo es un verdadero refugio para decenas de compatriotas que añoran 'un rinconcito de Honduras' en España.