Francisco le dijo al presidente Barham Salih y a otras autoridades iraquíes reunidas en el palacio de Bagdad, dentro de la fuertemente fortificada Zona Verde, que nadie debe ser considerado un ciudadano de segunda clase. Dijo que los iraquíes de todas las religiones merecen tener los mismos derechos y protecciones que la mayoría musulmana chií.
“Sólo si aprendemos a mirar más allá de nuestras diferencias y nos vemos como miembros de la misma familia humana, podremos comenzar un proceso efectivo de reconstrucción y dejar a las generaciones futuras un mundo mejor, más justo y más humano”, afirmó.
A pesar de la pandemia del coronavirus y las preocupaciones por su seguridad, Francisco llegó a Irak para tratar de alentar a su número cada vez menor de cristianos, que fueron perseguidos violentamente por el grupo Estado Islámico y que enfrentan una discriminación continua de parte de los musulmanes chiíes.
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Francisco le está pidiendo a la reducida minoría cristiana que se quede en el país y que ayude a su reconstrucción tras años de guerra.
El presidente de Irak dijo el viernes que la visita papal es una oportunidad para mejorar las relaciones entre cristianos y musulmanes, y que la decisión del pontífice de seguir adelante con la gira a pesar de la pandemia y los temores de seguridad había “duplicado” su valor.
En una reunión en el palacio presidencial con Francisco, a la que asistieron otros altos funcionarios iraquíes poco después de la llegada del pontífice, Salih lamentó que Medio Oriente enfrente una “crisis de convivencia” debido a las tensiones regionales y al extremismo. Hizo hincapié en la importancia de la coexistencia pacífica y la preservación de la comunidad cristiana de Irak de casi 2.000 años de antigüedad.
Dijo que “no se puede imaginar Oriente sin cristianos” y que su número decreciente tendrá “consecuencias nefastas”. Expresó su apoyo al establecimiento de una Casa Abraham para el Diálogo Religioso, llamada así por el patriarca compartido del judaísmo, el cristianismo y el islam.
Irak fue el hogar de casi 1,5 millones de cristianos antes de la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 que derrocó a Saddam Hussein y sumió al país en el caos. Los líderes de la Iglesia católica dicen que solo quedan unos pocos cientos de miles, luego de años de inestabilidad y ataques extremistas.
El avión de Francisco aterrizó en el aeropuerto de Bagdad poco antes de las 14:00 horas. Sobre la pista se desplegó una alfombra roja donde el primer ministro, Mustafa al-Kadhimi, esperaba para saludarlo. El papa cojeaba visiblemente en una señal de que su ciática, que le obligó a cancelar varios actos recientemente, podría estar molestándole.
El pontífice usó mascarilla durante todo el vuelo y la mantuvo para bajar las escaleras hasta la pista, donde fue recibido por dos niños, también con cubrebocas, vestidos con trajes tradicionales. Sin embargo, las medidas sanitarias parecían más laxas en el interior del aeropuerto a pensar de la nueva ola de contagios en el país.
El ministro iraquí de Exteriores, Fuad Hussein, describió la visita como un encuentro histórico entre el “minarete y las campanas”. En la agenda para sus tres días en el país destaca la reunión privada del sábado con el principal clérigo chií del país, el gran ayatolá Ali al-Sistani, una figura reconocida en Irak y más allá.
Un coro, con la mayoría de sus integrantes sin mascarilla, entonó canciones mientras el pontífice y el primer ministro caminaban hacia la zona de recepción del aeropuerto. La gente deambulaba por el lugar sin cubrebocas y los dos mandatarios se quitaron los suyos al sentarse para su primera reunión, en la que no estuvieron a dos metros (yardas) de distancia.
Cientos de personas esperaron en la carretera del aeropuerto con la esperanza de ver el aterrizaje del avión papal.
Los iraquíes estaban listos para darle la bienvenida al pontífice y a toda la atención mundial que generará su visita, con pancartas y carteles decorando el centro de la capital, Bagdad, y vallas publicitarias con la imagen del religioso y el lema “Todos somos hermanos” en la avenida principal. En la plaza Tahrir, en el centro de la ciudad, se levantó un árbol con el emblema del Vaticano, mientras que a lo largo de las calles vacías se colocaron banderas iraquíes y vaticanas.
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El gobierno quiere mostrar la relativa seguridad que ha logrado tras años de guerra y ataques insurgentes que, pese a todo, continúan hoy en día. Francisco y la delegación vaticana confían en las fuerzas de seguridad iraquíes para su protección, incluyendo el uso por primera vez de un auto blindado como papamóvil.
Tahsin al-Khafaji, vocero del Estado Mayor de la Defensa iraquí, dijo que se incrementó el número de efectivos de las fuerzas de seguridad.
Francisco rompe su confinamiento de un año por el COVID-19 para volver a poner la atención global en un pueblo en gran parte desatendido cuyas comunidades cristianas del norte, que datan de la época de Cristo, quedaron casi vacías durante el violento mandato del grupo extremista Estado Islámico entre 2014 y 2017.
Para el pontífice, que ha viajado a menudo a lugares donde los cristianos son una minoría perseguida, los de Irak son el epítome de la “iglesia martirizada” de la que ha sido admirador desde que era un joven jesuita que buscaba ser misionero en Asia.
En Irak, Francisco no busca solo honrar a sus mártires sino ofrecer un mensaje de reconciliación y fraternidad. Los pocos cristianos que siguen en el país albergan una persistente desconfianza hacia sus vecinos musulmanes y enfrentan una discriminación estructural anterior al EI y a la invasión de 2003 liderada por Estados Unidos que sumió al país en el caos.
La visita coincide con un nuevo repunte de los contagios de coronavirus en el país, donde la mayoría de los nuevos casos derivan de una variante altamente contagiosa detectada por primera vez en Gran Bretaña. El papa, de 84 años, la delegación del Vaticano y los reporteros que los acompañan se han vacunado, pero la mayoría de los iraquíes no lo está.
Antes de la llegada del papa el viernes, docenas de hombres, mujeres y niños se congregaron en una iglesia de Bagdad, muchos sin mascarilla y obviando la distancia de seguridad, antes de subir a autobuses para recibir a Francisco en el aeropuerto.
Tanto las autoridades vaticanas como las iraquíes han minimizado la amenaza del virus e insistieron en que se aplicarán medidas de distanciamiento social, control de aforo y otras. El vocero del Vaticano, Matteo Bruni, dijo esta semana que lo importante es que iraquíes sepan que el papa viaja a Irak como un “acto de amor”.