Una Europa sacudida por la crisis y sumida en la duda se dispone a conmemorar en orden disperso en 2014 el centenario de la Primera Guerra Mundial, una de las peores catástrofes de su historia, que deja huellas en el mundo de hoy.
La idea sostenida sobre todo por Francia de una conmemoración internacional en Sarajevo, donde el asesinato el 28 de junio de 1914 del príncipe heredero austriaco Francisco Ferdinando
por el nacionalista serbobosnio Gavrilo Princip fue la chispa que desencadenó la guerra, fue abandonada rápidamente por falta de consenso.
Sólo unos 'acontecimientos culturales' europeos deberían celebrarse en junio en la capital bosnia, donde las diferentes comunidades siguen divididas en cuanto a la lectura de este atentado.
Las conmemoraciones políticas han sido repatriadas a los dos países escenarios de combates en el frente occidental: Francia -donde 'delegaciones' de exbeligerantes fueron invitadas a una 'gran manifestación para la paz' en la fiesta nacional del 14 de julio- y Bélgica, invadida por las tropas alemanas el primer día de la guerra, el 3 de agosto de 1914.
El presidente alemán, Joachim Gauck, estará en Francia el 3 de agosto para marcar 'con gravedad y recogimiento' con su homólogo François Hollande el inicio del conflicto, y una ceremonia germano-británica está prevista al día siguiente en Bélgica, pero no se anuncia ninguna manifestación colectiva de dirigentes europeos.
Un siglo después, los europeos 'siguen pensando este acontecimiento transnacional en el marco estrecho de sus memorias nacionales', constata el historiador australiano John Horne, profesor de la Universidad de Dublín
y especialista internacionalmente reconocido de la Gran Guerra.
Considerado con frecuencia como la
primera 'guerra total' de la historia, este conflicto empujó a casi la mitad de la población mundial a un ciclo de violencia sin precedentes por su magnitud e intensidad. En 52 meses, costará unos 10 millones de muertos y 20 millones de heridos en los campos de batalla, y millones de víctimas entre las poblaciones civiles ocupadas, hambrientas o deportadas, incluyendo
un millón de armenios masacrados sistemáticamente por las fuerzas turcas. Sin contar los millones de muertos que provocaron hasta 1923 los contragolpes del sismo en Rusia, Europa Oriental, Turquía y hasta Irlanda.
Cuatro de los mayores imperios de la época -ruso, alemán, austro-húngaro y otomano- desaparecerán en la tormenta, remodelando el mapa político del mundo con la aparición de decenas de nuevos países y de ideologías nuevas:
comunismo, fascismo, nazismo, anticolonialismo, pacifismo, cuyo enfrentamiento con las democracias occidentales triunfantes marcará las relaciones internacionales durante décadas.
Vencedores o vencidos, los europeos saldrán del conflicto arruinados económica, política y moralmente y permitirán la emergencia de una nueva superpotencia económica y pronto militar y política, que dominará el siglo XX: Estados Unidos.
De este naufragio colectivo -algunos hablarán de 'suicidio'- los europeos y sus aliados conservan, un siglo más tarde, una percepción muy variable según sus historias: desde el recuerdo cultivado y vivaz de una victoria justa a pesar de su costo sobrecogedor en el caso de británicos y franceses, hasta un olvido casi total en Alemania o Rusia, donde el
cataclismo de la Segunda Guerra Mundial viente años más tarde
ocultó -por razones opuestas- el recuerdo de la primera.
- Renacimiento de los nacionalismos -
Tanta diversidad complica, cuando no impide, toda idea de conmemoración común del conflicto por los beligerantes de antaño, cuando esta Europa sacudida por la crisis económica cede por todas partes a la duda y ve crecer el euroescepticismo sobre fondo de renacimiento de los nacionalismos y empuje de una extrema derecha xenófoba.
Sin sorpresa, Francia y Gran Bretaña, también Australia y Nueva Zelanda
-dos naciones con identidades forjadas en la sangre de la Gran Guerra-, concederán mucho espacio al centenario, que suscitó cientos de proyectos oficiales y un entusiasmo excepcional de los medios de comunicación.
Serbia quiere aprovechar la efemérides para presentar 'la verdad y los hechos' sobre el arranque del conflicto, del que responsabiliza más a 'la política hegemónica de Austria-Hungría' que al atentado de Sarajevo.
En la misma tónica nacionalista, la Rusia de Vladimir Putin afirmó su intención de devolver todo su espacio al recuerdo de un conflicto 'injustamente olvidado' 70 años por el régimen soviético, que habría 'traicionado los intereses nacionales' al capitular ante Alemania en 1917.
Alemania, Italia o la mayoría de los países de Europa central, en cambio, hasta ahora apenas han manifestado entusiasmo por este aniversario muy ambivalente siempre para ellos.
Este centenario 'sigue siendo un momento identitario diferente para cada país' y saca a relucir el hecho de que 'no hay mentalidad ni sensibilidad europea común, sino que Europa sigue siendo una construcción de razón', señala el alemán Gerd Krumeich, profesor de la Universidad de Düsseldorf
e historiador internacionalmente reconocido de la
Primera Guerra Mundial.