Al salir de Washington hacia la planta de Honeywell en Phoenix, Arizona, Trump sugirió que podría cubrirse el rostro, pero agregó -medio a regañadientes- que solamente lo hará en un 'entorno con mascarillas'.
Esta salida es parte de un intento de Trump por alentar una reapertura de la economía estadounidense, que ha sido duramente golpeada por las medidas de distanciamiento social y de cuarentena para intentar contener a la Covid-19, que ha dejado en el país más muertos que en cualquier otro lugar del mundo, con más de 68.700 fallecidos.
A solo seis meses de las elecciones, el político republicano intenta con ahínco cambiar el estado de ánimo de la opinión pública y asentar su apuesta de que habrá una recuperación económica rápida.
Pero en un momento en que no hay signos de que la pandemia amaine, sus críticos lo acusan de dar la espalda a la crisis para obtener ganancias políticas.
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Las mascarillas, como las N-95 que produce la planta de Honeywell, se han convertido en un símbolo de las divisiones en el país sobre cómo manejar la pandemia.
Las encuestas muestran que para los votantes demócratas las mascarillas son un signo de la responsabilidad compartida en la sociedad, mientras que los republicanos las ven como una amenaza contra la libertad individual.
Los médicos expertos que asesoran a la Casa Blanca y la primera dama, Melania Trump, promueven las mascarillas como herramientas cruciales para luchar contra el avance del virus, para el cual todavía no hay vacuna.
Pero el presidente, en sintonía con su base de seguidores a la derecha del electorado, hasta ahora ha utilizado su presencia mediática para restar importancia a esta medida de prevención.
'Usar una mascarilla mientras recibo presidentes, primeros ministros, dictadores, reyes, reinas, no sé, no lo veo', dijo en abril, dejando entender que no iba con la imagen de un presidente.
- Contraposición de ideas -
La visita a la planta llega después de que el vicepresidente, Mike Pence, levantara una polémica después de entrar a la reputada Clínica Mayo, cuya política que exige el uso de tapabocas.Pence, en un hecho poco habitual en un miembro del gobierno de Trump, reconoció públicamente que se había equivocado.
'No pensé que fuera necesario, pero debí haber usado una mascarilla', admitió el domingo.
La Casa Blanca afirma que debido a que los altos cargos y sus invitados se someten habitualmente a pruebas para el coronavirus, no necesitan usar mascarillas.
Sin embargo, la controversia crece, y se ha plasmado en disputas basadas formas de ver los hechos completamente distintas para quienes están a la izquierda y a la derecha del espectro político.
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Los simpatizantes del gobierno de Trump han protestado -en algunas ocasiones en manifestaciones ostentosas con armas y uniformes de milicias- blandiendo el ir sin marcarillas como un signo de independencia política.
En localidades como Stillwater, Oklahoma, las autoridades locales abandonaron las ordenanzas para imponer el uso de mascarillas después de amenazas de violencia.
Una consigna habitual de estas protestas es que toda la pandemia es una 'farsa'.
Trump, rezagado en las encuestas frente a su rival demócrata Joe Biden, camina por la cuerda floja.
Si hay un repunte de las infecciones sus posibilidades de reelección pueden verse comprometidas. Por otro lado, él cree que una recuperación económica rápida puede catapultarlo.
Pero para ello, es necesario que la gente deje de temerle a la pandemia.
'Como país no podemos permanecer cerrados, (porque) entonces no nos va a quedar país', dijo el domingo.
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