Por: Maria Varenikova| The New York Times
KIEV, Ucrania — Sonaron tres disparos cuando una guardia de honor disparó al aire sobre el cementerio. Los soldados levantaron una bandera ucraniana de un ataúd y se la entregaron a los familiares. Luego, una trompeta, acompañada de un tambor, despidió al soldado caído.
Después de tocar, los dos músicos de la banda militar se alejaron lentamente, dejando a los dolientes con su proceso.
“Desafortunadamente, no podemos volverlos a la vida, pero podemos despedirlos solemnemente”, dijo el Mayor Oleksandr Holub sobre las visitas diarias que los miembros de la banda que dirige hacen al cementerio, donde se han cavado cientos de tumbas nuevas para soldados ucranianos.
En una entrevista publicada el mes pasado, el Presidente Volodymyr Zelensky dijo que al menos 46 mil soldados ucranianos habían muerto y que más de 350 mil habían resultado heridos desde que comenzó la invasión a gran escala de Rusia hace tres años. Esas cifras son ampliamente consideradas como subestimadas. Y durante el último año, el Ejército ruso ha emprendido una ofensiva, matando a cada vez más soldados.
Allí entra la labor de la banda de la 101ª Brigada de Guardias Independientes del Estado Mayor.
“Abordamos cada funeral como si fuera nuestro concierto más importante, ya que nos despedimos de aquellos gracias a quienes aún estamos aquí”, dijo el soldado Lev Remenev, un compositor en la vida civil que se ofreció como voluntario para pelear en el Ejército, pero en lugar de ello terminó en la banda, donde toca el piano.
La misión de los 21 miembros de la banda es mostrar dos caras de la lucha de Ucrania: reconocer el insoportable costo y mantener en alto el ánimo de quienes siguen con la lucha. Apoyan a soldados y civiles tocando conciertos edificantes en escuelas, universidades y centros de rehabilitación. Pero la melodía que tocan con más frecuencia es de despedida, para honrar a sus camaradas caídos.

El Mayor Holub, de 45 años, recordó el funeral que más lo afectó: “un joven llamado Andriy, de nuestra brigada.
“Quería que tocáramos en su boda, y en el verano del 2023, así lo hicimos”, dijo el Mayor Holub. “Y luego, un año después, en el verano del 2024, tocamos en su funeral”.
A veces, los miembros de la banda militar conversan en el autobús camino al cementerio, dándose apoyo moral. A veces, dicen, es demasiado triste y van en silencio.
El soldado Oleksiy Prykhodko, de 29 años, lleva cinco años tocando en la banda. Todos los días, a las 9:00 horas, lleva su trompeta a una base en Kiev, la capital, y toca la melodía solemne de despedida.
El primer funeral en el que tocó quedó grabado en su memoria. “Fuimos al cementerio, pero no había parientes”, dijo. “Acababa de estallar la guerra, y la madre del soldado caído había sido evacuada y no pudo regresar a tiempo”. Había huido y era una refugiada. “Una mujer la llamó”, agregó. “Y se estaba despidiendo de su hijo muerto por teléfono”.
Un día de diciembre, en medio de un funeral, se fue la luz por los ataques con misiles rusos a las centrales eléctricas, dijo Prykhodko. La iglesia se quedó a oscuras y se pidió a los dolientes que encendieran la lámpara de sus teléfonos para encontrar el ataúd y despedirse del soldado caído.
Entonces el soldado Prykhodko tocó la despedida.
“No tengo respuestas sobre cómo lidiar con esto, pero de alguna manera sigo adelante”, dijo.
Yurii Shyvala contribuyó con reportes a este artículo.
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