Por River Akira Davis
e Hisako Ueno/The New York Times
PREFECTURA DE TOCHIGI, Japón — Hace cuatro años, Hizatsuki Confectionery contrató a sus primeros trabajadores extranjeros.
La compañía, situada en una región montañosa al norte de Tokio, ha horneado y freído masa glutinosa para galletas de arroz desde 1923. En ese entonces, era conocida como Teikoku Senbei, o Galletas de Arroz Imperiales.
Hoy, Takeo Hizatsuki, el presidente de tercera generación de la empresa, se ha topado con un desafío existencial que su padre y su abuelo nunca enfrentaron. Hizatsuki Confectionery no puede hallar suficientes empleados japoneses.
Una población decreciente y envejeciente ha obligado a Japón, que durante siglos estuvo en gran medida cerrado a los inmigrantes, a permitir que trabajadores extranjeros ingresen al País y, potencialmente, se queden allí para siempre. La mayoría procede de otras partes de Asia.
En el curso de la última década, esa transición a la contratación de más trabajadores extranjeros ha avanzado de forma gradual en compañías importantes en las principales ciudades.
Sin embargo, en algunas zonas rurales, donde la escasez de mano de obra es marcada, algunas de las compañías afamadas de Japón, como Hizatsuki Confectionery, ahora están averiguando cómo dar cabida a trabajadores extranjeros por primera vez.
Estas son áreas del País donde pocos hablan otros idiomas además del japonés y las comunidades tienden a ser más recelosas de integrar a recién llegados.
Para pequeñas y medianas empresas, la columna vertebral de las economías regionales de Japón, “los trabajadores extranjeros son indispensables”, afirmó Yuki Hashimoto, directiva en el Instituto de Investigación de Economía, Comercio e Industria de Tokio.
Japón carece de un sistema nacional para ayudar a los trabajadores extranjeros con aspectos esenciales, como asistencia de idioma. Compañías locales y municipios están creando rápidamente sus propios métodos de apoyo a largo plazo.
Para Hizatsuki Confectionery, la experiencia de la compañía con trabajadores extranjeros comenzó en el 2020, cuando Hizatsuki, su presidente durante las últimas dos décadas, decidió contratar a 10 trabajadores de Vietnam.
En los últimos cuatro años, dijo Hizatsuki, estableció políticas destinadas a retener a los trabajadores vietnamitas, así como a otros de Indonesia, que ahora representan dos docenas de los 210 empleados de la compañía.
Hizatsuki ha comenzado a utilizar un traductor en la fábrica de la empresa para poder comunicarse directamente con sus trabajadores extranjeros. También aumenta los sueldos base de sus empleados extranjeros y japoneses en la misma cantidad cada año, algo que no hacen otras compañías en Japón.
La necesidad de que sus políticas funcionen es real: dentro de dos años, planea dejarle la empresa a su hijo.
Hizatsuki estima que en la próxima generación, alrededor de la mitad de los empleados del productor de bocadillos deberá ser extranjera.
Pero a medida que Japón crea más vías para que los extranjeros se queden indefinidamente, las compañías no tienen experiencia en la cual basarse, dijo Hashimoto.
“Japón ha estado cerrado durante mucho tiempo”, aseveró.
