Por Christopher Flavelle / The New York Times
BOULDER, Colorado — En un recinto vigilado al pie de las Montañas Rocosas, científicos del Gobierno de Estados Unidos están trabajando en un nuevo tipo de sistema de alarma global: uno que pueda detectar si otro país, o algún multimillonario, intenta atenuar el Sol.
Cada dos o tres semanas, los investigadores en Boulder lanzan un globo que se eleva 27 kilómetros al cielo. Se lanzan globos similares con menos frecuencia desde sitios en Alaska, Hawai y Nueva Zelanda; la Isla Reunión, cerca de la costa de África; y la Antártida. Constituyen los componentes básicos de un sistema que alertaría a los científicos estadounidenses a geoingeniería.
A medida que el planeta continúa calentándose, está atrayendo atención la idea de intentar bloquear intencionalmente la radiación solar —a veces llamada geoingeniería solar o intervención climática. Gobiernos, universidades, inversionistas y ambientalistas están invirtiendo millones de dólares en investigación de sistemas de geoingeniería.
Podría ser una forma relativamente rápida de enfriar el planeta; también podría desatar peligros desconocidos.
A muchos les preocupa que la geoingeniería solar pueda tener consecuencias no intencionadas, destruyendo los patrones climáticos regionales y dañando todo, desde la agricultura hasta las economías locales. Y los primeros pasos podrían darse silenciosamente, por parte de un actor rebelde u otra nación que opere sin controles.
Por ello, Estados Unidos está construyendo un sistema que le permitiría determinar si otros pueden estar intentando alterar el termostato de la Tierra y cuándo.
“Es algo de las ciencias estratosféricas más importantes que se realiza hoy en el mundo”, dijo David W. Fahey, director del Laboratorio de Ciencias Químicas de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), que está construyendo la red de globos centinelas.
Tanto la NOAA como la NASA tienen satélites que pueden detectar grandes cantidades de aerosoles en la atmósfera, pero no pueden detectar cantidades más pequeñas. Ahí es donde entran los globos. Cada uno lleva un dispositivo de 3 kilos, aproximadamente del tamaño de una lonchera, lleno de cables y tubos, y que mide pequeñas partículas en el aire o aerosoles. Un salto podría indicar la presencia de una cantidad inusual de aerosoles en la estratosfera, posiblemente para desviar parte del calor del Sol de regreso al espacio.
El equipo de Fahey está desarrollando la capacidad de detectar, rastrear y comprender los efectos de cualquier liberación inusual de aerosoles.
El sistema de alerta para la geoingeniería es un esfuerzo dividido entre agencias y laboratorios federales. La NOAA tiene el dispositivo para medir la concentración de aerosoles y alertar sobre anomalías. La NASA tiene aviones de gran altitud que pueden transportar equipos de prueba a la ubicación de una columna de aerosol. Los científicos en los Laboratorios Nacionales Sandia en Nuevo México tienen una herramienta que puede estimar cuándo y dónde se emitió una ráfaga de aerosoles.
Los investigadores subrayan que creen que la geoingeniería solar sólo se ha intentado a muy pequeña escala, pese a las afirmaciones de los teóricos de la conspiración.
Pero la labor que se lleva a cabo en la NOAA y Sandia demuestra cómo la geoingeniería ha pasado de ser cosa de ciencia ficción a una fuente de creciente preocupación para el Gobierno de EU.
Troy Thornberry, el científico investigador de la NOAA a cargo del programa, dijo que si el sistema de globos detectaba un nivel sospechoso de aerosoles, recurriría a otro instrumento en el laboratorio de la NOAA. Es el dispositivo más sensible del mundo para detectar dióxido de azufre, el material citado con más frecuencia como probable utilizado para reflejar la radiación lejos de la Tierra.
La NOAA llevaría el dispositivo al Centro Espacial Johnson de la NASA, en Texas, y lo atornillaría a la parte inferior de un avión. Sólo unos cuantos aviones pueden alcanzar la estratosfera. El WB-57, alojado en el centro espacial, puede volar a más de 18 mil metros.
Los Laboratorios Nacionales Sandia cuentan con computadoras sofisticadas que pueden determinar si otros países están probando armas nucleares. Laura Swiler, científica senior en Sandia, desarrolló un algoritmo que podría tomar una columna de aerosol observada de cualquier fuente —digamos una erupción volcánica o un incendio forestal— para estimar su tamaño y punto de origen.
Si la NOAA o la NASA detectaran un aumento en los niveles de aerosoles, el algoritmo de Sandia podría estimar la cantidad liberada, dónde y cuándo.
“El efecto posiblemente durará meses, e incluso tal vez un par de años, dependiendo de la cantidad de aerosoles que se inyecten”, dijo Swiler.
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