Por: Mark Landler/ The New York Times
En Gran Bretaña, un Primer Ministro languideciente se ha convertido repentinamente en un estadista, mientras que su rival populista se ha visto obligado a ponerse a la defensiva. En Canadá, el Partido Liberal en el poder tiene la oportunidad de ganar unas elecciones que se creían inalcanzables. En Alemania, el Canciller entrante de centroderecha domina la agenda tras unas elecciones que muchos temían que marcarían un gran avance para la extrema derecha.
A medida que las políticas de “conmoción” del Presidente Donald J. Trump se dejan sentir en todo el mundo, están transformando la política global de maneras imprevistas.
Los extensos aranceles de Trump y las amenazas a la alianza transatlántica han revitalizado a los líderes centristas, que están recuperando popularidad por su disposición a enfrentar al Presidente estadounidense. Su choque con Ucrania y su sesgo hacia Rusia han sacado de balance a los populistas de derecha, desde Gran Bretaña hasta Alemania, frenando sus esfuerzos por capitalizar su regreso a la Casa Blanca.
“Una de las grandes ironías de Trump es que resulta ser el gran unificador de Europa”, afirmó Constanze Stelzenmüller, experta en relaciones transatlánticas en el Instituto Brookings, en Washington. “Es imposible exagerar lo impactados que están los europeos por lo que está sucediendo”.

El efecto Trump trasciende Europa. En México, la Presidenta Claudia Sheinbaum ha recibido elogios, e índices de aprobación desorbitantes, por su manejo de los aranceles de Trump. Mark Carney, ex banquero central, se catapultó al liderazgo del Partido Liberal de Canadá con el 86 por ciento de los votos gracias a la creencia de que puede manejar una guerra comercial con EU.
El partido de Carney, a la zaga de los conservadores por dos dígitos bajo el liderazgo de Justin Trudeau, ha acortado la distancia recientemente, colocando a los liberales a un paso de la victoria en unas elecciones que se anticipa que Carney convoque pronto. Pierre Poilievre, el líder conservador, ha tenido dificultades para recuperar el impulso, y los liberales se han apresurado a retratarlo como un Trump canadiense.
En Europa, que ha parecido vulnerable a la ola populista que llevó a Trump de vuelta al poder, las políticas del Presidente han estabilizado a los líderes tradicionales que batallaban con economías estancadas. Lidiar con los aranceles estadounidenses y unirse para enfrentar a un aliado que se comporta más como un adversario ha demostrado ser una estrategia política acertada.
El torbellino diplomático del Primer Ministro Keir Starmer —intentando reunir una fuerza europea de paz para Ucrania mientras trabaja al mismo tiempo para salvar la alianza con Washington— ha recibido elogios de todo el espectro político en Gran Bretaña. Los índices de aprobación de Starmer se han recuperado de lo que fueron unos desalentadores primeros seis meses en el Gobierno.
Igualmente significativo es que Nigel Farage, el líder populista del partido insurgente y antiinmigración Reform UK, ha tropezado por primera vez desde que fue electo al Parlamento británico en julio.
Farage, aliado de Trump, ha batallado para defenderse de acusaciones de que simpatiza con el Presidente ruso Vladimir Putin. Criticó al Presidente ucraniano Volodymyr Zelensky por no llevar traje a su reunión con Trump en la Casa Blanca, incluso entre señales de que el público británico estaba abrumadoramente del lado de Zelensky en su choque con el Presidente estadounidense.
En el Parlamento, Starmer se ganó la aclamación de diputados laboristas y conservadores por igual cuando reprendió a Farage.
“Zelensky es un líder de guerra cuyo País ha sido invadido”, dijo Starmer, mientras Farage, con expresión arrepentida, asentía. “Todos deberíamos apoyarlo y no adular a Putin”.
Ben Ansell, profesor de instituciones democráticas comparativas en la Universidad de Oxford, afirmó que pese a los triunfos electorales de la extrema derecha en Alemania, Países Bajos, Polonia y Austria, es posible que Europa haya superado su momento de “máximo populismo”.
En Austria, el ultraderechista Partido de la Libertad quedó excluido del Gobierno a pesar de obtener la mayoría de los votos, después de que tres partidos tradicionales formaron una coalición.

En Alemania, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) se alzó como el segundo partido con más votos en las elecciones del mes pasado, solo por detrás de los demócrata-cristianos, liderados por Friedrich Merz, el futuro Canciller. Sin embargo, algunos analistas anticipaban un mejor desempeño del partido. La AfD no ha sido un actor central desde las elecciones, mientras Merz trabajaba para lograr una flexibilización de las leyes de deuda alemanas para financiar un enorme aumento al gasto militar. El Parlamento aprobó los cambios el martes, pero persisten algunos obstáculos.
Merz ha cimentado su liderazgo con un llamado a Europa para que se haga cargo de su propia seguridad debido a la amenaza que representa Rusia y la poca confiabilidad de EU. En privado, los asesores de Merz sostienen que Trump ha dado al próximo Canciller el único argumento que necesita para prevalecer. Es el primer Presidente estadounidense que amenaza tan explícitamente con retirar el apoyo de EU.
En Gran Bretaña como en Alemania, los analistas afirmaron que el panorama político podría cambiar de nuevo. La promesa de Starmer de elevar el gasto militar, señalaron, obligará al Partido Laborista a aceptar dolorosas tomas y dacas en materia de impuestos y gasto, que ya están exponiendo divisiones internas. Y el reciente éxito de Starmer a nivel internacional podría resultar efímero si no logra dar una giro a la economía y reconstruir los servicios públicos. En ese sentido, su Gobierno con altibajos tiene algo en común con el de Trump.
“El resplandor de las primeras semanas de Trump se ha desvanecido rotundamente, y tanto en política exterior como en resultados económicos, el panorama se ha vuelto muy sombrío”, declaró Ansell.
Jim Tankersley contribuyó con reportes a este artículo.
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