Por Samantha Power / The New York Times
La importancia que Jimmy Carter le dio a los derechos humanos en la política exterior estadounidense ofrece muchas lecciones para la actualidad.
Sin importar los retos que enfrentó al aplicar los principios que defendió como el trigésimo noveno Presidente de EU, rompió radicalmente con décadas de tradición en política exterior, cambió la comprensión que el mundo tenía de las aspiraciones estadounidenses, mostró profunda empatía por personas que habían sufrido abusos de derechos humanos y, al hacerlo, tuvo un impacto duradero en EU y en el mundo.
Gran parte de la celebración del legado de Carter se ha enfocado en su innovadora labor postpresidencial. Además de su incansable voluntariado, en el que trabajó para construir viviendas económicas con Hábitat para la Humanidad hasta mucho después de haber cumplido 90 años, el Centro Carter ha trabajado para erradicar casi por completo la oncocercosis, o ceguera del río, en el Hemisferio Occidental y para reducir el número de casos reportados de lombriz de Guinea, de más de 3 millones al año a mediados de los 80 a solo 14 en el 2023.
Carter también cambió la comprensión global de lo que requieren unas elecciones libres y justas al ser pionero en el envío de diversos equipos de observadores imparciales, que han monitoreado 125 elecciones en 40 países. Y después de dejar el cargo en 1981, prestó sus servicios de mediación a Administraciones sucesivas, calmando tensiones en lugares como Guyana, Liberia y Sudán.
Como Presidente, su legado en política exterior incluye la negociación de los Acuerdos de Campo David, que trajeron la paz entre Israel y Egipto, y el establecimiento de relaciones diplomáticas con China (tras la reconciliación iniciada bajo el expresidente Richard Nixon).
Carter también negoció los tratados del Canal de Panamá, eliminando una fuente de sentimiento antiestadounidense en América Latina y demostrando que EU, en palabras de Carter, trataría con países más pequeños “de manera justa y honorable”.
El respeto del expresidente por los derechos humanos era una consecuencia de su fe cristiana. Su aceptación de los derechos humanos internacionales también surgió de su compromiso con los derechos civiles en su País.
Reconoció que, igual que era necesaria la aplicación de la ley por parte del Gobierno para que los derechos de los estadounidenses de raza negra se hicieran realidad en su País, también sería necesaria la acción del Gobierno para mejorar las condiciones de los derechos humanos en el extranjero.
En su discurso inaugural de 1977, Carter proclamó: “Porque somos libres, nunca podemos ser indiferentes al destino de la libertad en otras partes”. No solo cambió la forma de hablar de los funcionarios estadounidenses, sino también su forma de trabajar.
Cuando asumió el cargo, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional tenía casi el doble de personal en Washington que personal de campo, un desequilibrio que su Administración corrigió, además de ampliar significativamente la presencia de la agencia en el África subsahariana.
Nombró a una activista de los derechos civiles como la primera secretaria adjunta de derechos humanos y asuntos humanitarios en el Departamento de Estado, y aumentó considerablemente el número de miembros del personal dedicados exclusivamente a cuestiones de derechos humanos.
Carter puso un enfoque emblemático en el destino de las personas. Se consideró que la presión ejercida por su Administración jugó un papel importante para persuadir al Gobierno de Indonesia de liberar a 30 mil presos políticos.
En Corea del Sur, Carter y su Administración emprendieron una diplomacia extensiva para salvar la vida de Kim Dae-jung, uno de los disidentes políticos y voces prodemocráticas más prominentes. El Embajador estadounidense en Seúl escribió más tarde que “recuerdo pocos ejemplos de un esfuerzo tan concentrado por parte del Gobierno de Estados Unidos en favor de una sola persona”. Con el tiempo, Kim fue electo Presidente y fue un fuerte aliado de EU.
Emilio Mignone, el activista de derechos humanos más conocido de Argentina, atribuyó a Carter el mérito de haber salvado miles de vidas en su País.
Carter fue el primer Presidente estadounidense en denunciar públicamente el apartheid en Sudáfrica y el primero en realizar una visita de Estado al África subsahariana. Su compromiso personal y su diplomacia posteriormente fueron considerados entre las influencias externas más decisivas en la transición pacífica de Zimbabwe a un Gobierno de mayoría en 1980. Y fue el primer Presidente que expresó un claro apoyo a una “patria palestina”.
La Administración Carter enfrentó una serie de crisis de refugiados, primero cuando intentó atender a las familias que huían de la represión y las atrocidades en Vietnam, Camboya y Laos y luego cuando lidió con la decisión del entonces Presidente cubano Fidel Castro de permitir temporalmente que los cubanos huyeran a EU.
Carter insistió en que ofrecer “un corazón y unos brazos abiertos a los refugiados” era central para la identidad de EU como nación. Presionó al Congreso para que reescribiera el marco legal para la admisión de refugiados. En 1980, después de que Carter firmara la histórica Ley de Refugiados, su Administración reasentó a más de 207 mil refugiados en EU —la mayor cantidad registrada en un mismo año.
La concepción que Carter tenía de los derechos humanos era inclusiva. Enfatizó los derechos económicos y sociales junto con los derechos civiles y políticos. Fue el primer Mandatario estadounidense que elevó la conservación del medio ambiente a categoría de interés mundial, ayudando a prevenir la deforestación y a establecer tierras protegidas en países como Nepal y Costa Rica. Carter incluso firmó el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas (que sigue sin ser ratificado).
Argumentó que Estados Unidos debía apegarse a los mismos estándares que aplicaba a otros países. Algunos dijeron que Carter era ingenuo al introducir la política de derechos humanos en el mundo frío y cruel de la geopolítica, sobre todo durante el apogeo de la Guerra Fría, cuando EU codiciaba aliados estratégicos.
Otros lo criticaron por ser demasiado pasivo ante la represión sudcoreana e iraní y por relajar la presión sobre los derechos humanos en la Unión Soviética durante las conversaciones sobre el control de armas.
Carter asumió la Presidencia después de que se había desplomado la confianza pública en el Gobierno. Más del 70 por ciento de los estadounidenses creía que la guerra de Vietnam era “fundamentalmente errónea e inmoral”. Él consideraba que su defensa de los derechos humanos era un medio para restaurar la fe en EU.
Al tiempo que lloramos la partida de Jimmy Carter, debemos recordar que al hacer algo radical para su época —elevar la atención a la difícil situación de las personas en la política exterior estadounidense y luego vivir esos valores hasta sus últimos días— cambió nuestro mundo para siempre.
Samantha Power es la administradora de la Agencia de EU para el Desarrollo Internacional.
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