Por Choe Sang-Hun/The New York Times
CHEONGJU, Corea del Sur — Cuando el espía surcoreano se reunió con Kim Jong-il, rechazó el ofrecimiento de un brindis del difunto líder norcoreano, citando la promesa que hizo a su madre de que nunca bebería.
Pero el agente encubierto, haciéndose pasar por un hombre de negocios, prometió romper su abstinencia cuando las dos Coreas se reunificaran, hasta hace poco un objetivo político de ambos países.
Park Chae-so, el espía, divirtió a Kim cuando el dictador norcoreano le dio una botella de vino de moras azules como regalo de despedida. Pidió otro. “Señor Presidente, ¿no decimos nosotros, los coreanos, que uno es muy poco?”, dijo.
La reunión de Park en 1997 con Kim, el padre del actual líder, Kim Jong-un, duró sólo 35 minutos. Pero fue un golpe de suerte para la comunidad de inteligencia de Corea del Sur: fue el único agente encubierto conocido que penetró la seguridad que encubría al régimen más reservado del mundo y consiguió una audiencia con su enigmático líder.
Hasta entonces, Kim era tan ermitaño que incluso su propio pueblo había escuchado su voz sólo una vez, en 1992, cuando gritó una frase mientras inspeccionaba un desfile militar: “Gloria a los heroicos soldados del Ejército Popular”.
La identidad de Park y su encuentro con Kim, quien gobernó Corea del Norte de 1994 al 2011, quedaron expuestos en un escándalo político en 1998, convirtiéndolo en un célebre —pero ex— espía en el Sur.
Hoy el ex espía es un narrador cauteloso, pero animado, y este relato se basa en su versión de los hechos, que han inspirado un libro sobre su vida y una película, “The Spy Gone North”. Mientras que se han corroborado partes de su historia, ni Corea del Norte ni su antigua agencia de espionaje han comentado sobre su papel.
Park, de 70 años, visitó Corea del Norte más de una docena de veces, convenciendo a los funcionarios norcoreanos de que podía conseguirles el dinero que tanto necesitaban, incluyendo al ayudarles a vender antiguos artefactos norcoreanos en el extranjero.
Dijo que siempre que estaba allí, doblaba su ropa —y dejaba un par de mechones de cabello en su maleta— para saber si sus pertenencias habían sido revisadas mientras estaba fuera de su hotel. Cuando cesaron las revisiones supo que se había ganado la confianza de sus cuidadores.
“Cada vez que visitaba el Norte, sabía que mi vida estaba en juego”, dijo. “Cuando el avión despegaba de Pyongyang y estaba en el aire, podía respirar de nuevo, aliviado de haber sobrevivido otro viaje”.
Después de ser revelado en 1998 por otros miembros de la Agencia de Inteligencia de Defensa, fue despedido con un bono de 224 mil dólares. Años más tarde, trabajó como agente autónomo para proyectos intercoreanos, esta vez un auténtico hombre de negocios.
En el 2010, después de que el ambiente político cambió en Corea del Sur, funcionarios de la agencia arrestaron a Park bajo cargos de contactar ilegalmente a norcoreanos y compartir datos militares confidenciales con ellos. Park argumentó que nada de eso era secreto, pero fue sentenciado a seis años de aislamiento.
Aunque Park no tiene planes de volver a conectarse con sus contactos norcoreanos, a menudo se pregunta si podrían comunicarse con él porque les ayudó a esconder dinero en el extranjero cuando era espía.
“Necesitan mi ayuda para acceder al dinero”, dijo.
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