Por Zia Ur-Rehman/ The New York Times
KARACHI, Pakistán — La entrada a la jefatura de policía del distrito en el sur de Pakistán estaba alfombrada con pétalos de rosa, un gran gesto de respeto. Una multitud coreaba consignas islámicas. Muchos llevaban guirnaldas y ramos de flores para elogiar a los oficiales.
La multitud estaba eufórica porque la policía había matado a un hombre. Su presunto delito: “contenido blasfemo” en las redes sociales.
El hombre, un médico del Gobierno de 36 años, recibió un disparo “sin querer” mientras se resistía al arresto, dijo la policía. Pero los grupos de derechos humanos lo llamaron una ejecución extrajudicial, la segunda en una semana. Anteriormente, un hombre de 52 años detenido bajo sospecha de blasfemia había recibido un disparo en una comisaría en el suroeste de Pakistán.
Los casos han resonado en todo Pakistán. La blasfemia, que puede conllevar la pena de muerte, ha sido durante mucho tiempo un tema delicado en un país donde más del 96 por ciento es musulmán. Incluso una simple acusación puede ser mortal; las turbas a veces linchan a las personas antes del juicio.
Los asesinatos el mes pasado han despertado temores de que la policía, presionada por las acciones de las turbas, pueda estar tomando el asunto en sus propias manos.
El médico asesinado, Shah Nawaz, fue acusado de “profanar” al profeta Mahoma con una publicación en Facebook. Nawaz insistió en que no había escrito la publicación en su cuenta, que había estado inactiva durante mucho tiempo. Su familia dijo que se entregó voluntariamente a la policía en la provincia de Sindh, con la esperanza de evitar el destino de otros linchados por las turbas. Pero la policía afirmó que Nawaz había resultado muerto cuando intentaban arrestarlo.
La familia de Nawaz negó vehementemente el relato de la policía. El Gobierno provincial suspendió a los policías implicados y descubrió que habían inventado la historia.
Una semana antes de la muerte de Nawaz, un oficial de policía en la provincia de Baluchistán mató a Abdul Ali, un comerciante, mientras estaba bajo custodia. Ali había sido acusado de utilizar palabras objetables contra el profeta Mahoma. Desde entonces, la familia del oficial, que ha sido arrestado, ha estado recibiendo visitantes elogiando el asesinato.
En los últimos años se han quemado comisarías de policía después de que los agentes se negaran a entregar a los sospechosos de blasfemia a las turbas.
Expertos y activistas de derechos humanos atribuyen el aumento en la violencia relacionada con la blasfemia al ascenso de Tehreek-e-Labbaik Pakistan, o TLP, un partido islamista radical. Rabia Mehmood, una investigadora radicada en Lahore que estudia este tipo de violencia, dijo que la tolerancia del Gobierno paquistaní a los partidarios del TLP y los grupos que defienden las leyes sobre blasfemia del País había fomentado un clima propicio a la violencia extrajudicial.
“Esto envía el mensaje de que nadie está a salvo”, afirmó.
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