Por Anton Troianovski / The New York Times
BERLÍN — Filas de tropas rusas vestidas de color caqui recibieron al Presidente Vladimir V. Putin en Siria en el 2017. Declarando que Moscú había cumplido su misión en la guerra civil de Siria, Putin prometió que Rusia estaba allí para quedarse.
“Si los terroristas vuelven a levantar la cabeza, asestaremos ataques sin precedentes, como nada que hayan visto jamás”, dijo en una base aérea rusa.
Pero en las últimas semanas, mientras los rebeldes a los que Rusia llamó terroristas arrasaron Siria buscando deponer a uno de los aliados más cercanos de Rusia, el Presidente Bashar al-Assad, esos ataques “sin precedentes” no aparecieron por ninguna parte.
En lugar de ello, con la salida de Al-Assad el 8 de diciembre, Putin ha sufrido uno de los mayores reveses geopolíticos de sus décadas en el poder.
Los analistas dicen que sufrió ese golpe porque su Ejército está atascado en Ucrania.
“Nuestro involucramiento allí tuvo un costo”, dijo Anton Mardasov, un analista radicado en Moscú, refiriéndose a la guerra de Rusia en Ucrania. “El costo fue Siria”.
Putin no ha dicho nada sobre Siria en las últimas semanas.
El alcance de las consecuencias para Moscú de la salida de Al-Assad aún está por determinarse. La pregunta clave, dijeron los analistas, es si Rusia logra llegar a un acuerdo con el nuevo Gobierno de Siria para conservar su base naval de Tartus y su base aérea de Hmeimim, donde Putin pronunció ese discurso de victoria en el 2017.
Mardasov dijo no estar seguro de si Rusia sería capaz de llegar a un acuerdo así, dado que Rusia utilizó esas bases para ataques aéreos contra la Oposición siria después de que el Kremlin intervino en la guerra civil siria en el 2015. Perder las bases sirias frustraría algunas de las ambiciones de Putin de restablecer a Rusia como potencia mundial, ya que son cruciales para la capacidad del Kremlin de actuar en lugares tan lejanos como África Occidental.
“Siria es su único punto de apoyo real en Medio Oriente y el Mediterráneo”, dijo Eugene Rumer, director del Programa Rusia y Eurasia del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, en Washington. La victoria rebelde, afirmó, se ha convertido en “parte del precio que están pagando por la guerra en Ucrania”.
También es probable que el Kremlin pague un precio mayor en su imagen. En el creciente conflicto de Putin con Occidente, ha estado tratando de posicionar a Rusia como un líder decisivo y confiable de una coalición global contra lo que él llama la hegemonía estadounidense.
“¿De qué sirve Rusia como socio si no puede salvar a su cliente más antiguo en Medio Oriente de una chusma de milicianos?”, preguntó Rumer. “Además del revés operativo, también es un golpe diplomático y a su reputación”.
Hace apenas unos años, Siria destacaba como el mayor símbolo del resurgimiento de Rusia en el escenario mundial. Sus extensos y sangrientos ataques aéreos sometieron a los grupos de Oposición y voltearon los combates a favor de Al-Assad, enviando el mensaje de que Rusia estaba dispuesta a utilizar la fuerza abrumadora para apoyar a sus aliados y hacer valer sus propios intereses.
En contraste, Estados Unidos era visto cada vez más en la región como una potencia poco confiable que se estaba desconectando de Medio Oriente. Y después de que parecía firme la mano de Al-Assad en la autoridad, Rusia utilizó sus bases sirias como punto de partida para competir con Occidente por influencia en países africanos como Libia, Malí y la República Centroafricana.
Pero después de que Putin invadió Ucrania, en el 2022, Siria se desplomó en la lista de prioridades del Kremlin. Las bases rusas en Siria pasaron a ser conocidas como lugares a donde eran enviados los comandantes que habían fracasado en Ucrania y como un lugar que atraía a soldados buscando evitar la guerra de trincheras.
Siria se convirtió en un “destino turístico” para los soldados rusos en comparación con la matanza en los campos de batalla ucranianos, dijo Mardasov. Y para los generales de bajo rendimiento, dijo, prestar servicio en Siria “era una especie de exilio”.
La atención puesta en Ucrania dejó a Rusia desprevenida cuando inició la nueva ofensiva rebelde. Rusia lanzó ataques contra los rebeldes sirios, pero con mucha menos intensidad que en el punto álgido de su intervención en la guerra civil.
Un funcionario estadounidense dijo que Estados Unidos creía que esto se debía a que muchos aviones rusos habían sido retirados de Siria para realizar operaciones en Ucrania.
Los aviones de combate que Rusia habría enviado para repetir las brutales campañas de bombardeos estaban dedicados a Ucrania. Los buques de guerra que Rusia podría haber enviado desde el Mar Negro no pudieron transitar hacia el Mediterráneo debido a un tratado que permite a Turquía cerrar sus estrechos a la armada de una nación en guerra.
Y una fuerza mercenaria rusa alguna vez temible, el grupo Wagner, vio disueltas sus operaciones en Siria el año pasado después de que su líder, Yevgeny V. Prigozhin, realizó un motín fallido contra los jefes militares rusos.
“No había tiempo para Siria”, afirmó Denis Korotkov, un periodista ruso.
Eric Schmitt, Julian E. Barnes, Milana Mazaeva y Nataliya Vasilyeva contribuyeron con reportes a este artículo.
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