Por: Clyde McGrady y Tim Arango/ The New York Times
Este mes, empleados del Gobierno cerca de la Casa Blanca, en dos manzanas bordeadas de hoteles de lujo y sedes sindicales, utilizaron un martillo neumático y un pico para eliminar un mural que decía “Black Lives Matter”, pintado en la calle a mediados del 2020.
El simbolismo fue potente.
El borrado de las llamativas letras amarillas de la Plaza Black Lives Matter, instalada tras el asesinato de George Floyd a manos de un policía, fue una concesión de la Alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, quien enfrentó amenazas de los republicanos del Congreso de cortar los fondos federales a la capital si no se eliminaban las palabras. Pero para los estadounidenses negros que lidian con un resurgimiento de fuerzas que creen están haciendo retroceder las causas de justicia social y los derechos civiles, se sintió como mucho más.
Esa plaza era “espiritual”, dijo Selwyn Jones, tío de Floyd. “Pero que se hayan tomado el tiempo para destruirla, eso es hacer una declaración, hombre. Eso es hacer una declaración, como que no nos importa”.
Incluso algunos que no habían depositado mucha confianza en el mural se sintieron perturbados por la acción.
“Que Bowser cediera de inmediato ante la más mínima presión respecto al nombre de la plaza es, de alguna manera, incluso más cínico que la decisión de nombrarla Plaza Black Lives Matter”, dijo Olúfémi O. Táíwò, profesor asociado negro de filosofía en la Universidad de Georgetown.
Un movimiento que alcanzó su máximo apogeo con millones de personas marchando en las calles ha decaído. Tras un periodo de debate sobre las formas en que el racismo había impedido el progreso de los ciudadanos negros, en noviembre los estadounidenses optaron por regresar al Presidente Donald J. Trump a la Casa Blanca, después de que él calificó las palabras “Black Lives Matter” como un “símbolo de odio” durante su primer mandato.

Los millones de dólares que fluyeron a grupos con “Black Lives Matter” en sus nombres se han reducido a casi nada.
A medida que el movimiento retrocede, Trump ha buscado enterrarlo. En dos meses, su Administración ha tomado medidas para eliminar la diversidad, la paridad y la inclusión como objetivos del Gobierno estadounidense. Cerró una base de datos que rastreaba los registros de mala conducta de los agentes federales del orden.
Bowser, quien es negra, dijo a los trabajadores estadounidenses despedidos que el mural era históricamente significativo, pero que las circunstancias han cambiado. “Nuestro objetivo es garantizar que nuestros residentes y nuestra economía sobrevivan”, dijo.
Los observadores afirman que el movimiento por la justicia racial que estalló después de que Floyd, un negro desarmado, fue asesinado por un oficial de policía en Minneapolis, Minnesota, en mayo del 2020, tuvo cierto éxito, al menos en concientizar al público sobre el racismo estructural y la violencia policial.
Sin embargo, los llamados a una reforma policial se vieron eclipsados por el grito de guerra, “¡Desfinanciar a la policía!”. Y eso le dio a Trump una potente línea de ataque. Reformuló una causa que pretendía proteger las vidas de las personas negras como un ataque ilegal contra la policía.
La eliminación de las letras tiene a algunos alistándose para una lucha.
“No creo que jamás estemos en un punto en que no haya lucha”, declaró el diputado Wesley Bell, quien es negro. “Pero diré esto: No creo que el Presidente Trump tampoco pueda detener el progreso”.
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