Por David E. Sanger / The New York Times
WASHINGTON — La última ráfaga de nombramientos al gabinete y otras nominaciones del Presidente electo Donald J. Trump completó lo que sus asesores describieron como una Administración unificada y leal, impulsada por la filosofía de Trump de “Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande” (MAGA, por sus siglas en inglés). Pero bajo la superficie hay al menos tres facciones y una variedad de ideologías, apenas reprimidas para salir avante del proceso de confirmación.
Hay un equipo de venganza, liderado por nominados con instrucciones de hacer trizas el Departamento de Justicia de Estados Unidos, las agencias de inteligencia y el Departamento de Defensa, persiguiendo al llamado Estado profundo y a cualquiera que haya participado en los procesos legales contra Trump.
Hay un equipo para calmar los mercados, que Trump espera que sea dirigido por Scott Bessent, el multimillonario de Wall Street, a quien Trump eligió para Secretario del Tesoro. Bessent puede recitar las frases MAGA sobre la desregulación y la reducción de impuestos, pero probablemente intentaría asegurarse de que las soluciones más extremas de Trump, como los aranceles a los productos extranjeros, no pongan fin al avance postelectoral del mercado de valores.
Y luego está un equipo de reducción del Gobierno, liderado por Elon Musk y Vivek Ramaswamy, cuyos objetivos son tremendamente ambiciosos. Quieren eliminar lo que Musk dice que serán “al menos” 2 millones de dólares del presupuesto federal anual, una cifra que excede el costo anual de los salarios de cada empleado federal. (El presupuesto federal total en el año fiscal 2024 fue de 6.75 millones de dólares).
Si hay una sorpresa sobre los nombramientos al gabinete de Trump, es la variedad de experiencias y visiones del mundo que en algunos casos yacen justo debajo de una pátina de lealtad recientemente declarada a maga —y lealtad al propio Trump. Es difícil imaginar a algunos de sus elegidos sentados cómodamente en un mitin de Trump.
“Hay más diversidad ideológica de la que anticipaba”, dijo Michael Beschloss, historiador presidencial. “Y si miras a este grupo en el contexto de la historia, aquí hay potencial para discusiones y debates. Si se permite que esos debates se desarrollen de manera civilizada y abierta, la historia muestra que conflictos así en ocasiones ha llevado a políticas que funcionaron”.
Bessent hizo una conversión tardía a la ideología MAGA. Parece acoger el entusiasmo de Trump por los aranceles, aunque en las últimas semanas ha señalado que imponerlos gradualmente es fundamental para evitar shocks económicos. Su identidad como padre gay y casado choca con las creencias de algunos de los partidarios evangélicos y de extrema derecha de Trump. Pero lo más chocante para algunos de los fieles de MAGA puede ser que Bessent recaudó dinero para la candidatura presidencial de un demócrata, Al Gore, en el 2000. O que fue director de inversiones de Soros Fund Management, el instrumento de 30 mil millones de dólares de George Soros, objeto de veintenas de teorías de conspiración de derecha.
También parece probable que la elegida por Trump para Secretaria del Trabajo, la diputada Lori Chavez-DeRemer, tenga un pie en ambos bandos. Chavez-DeRemer habló a menudo de la membresía de su padre en el sindicato Teamsters y obtuvo el apoyo de unos 20 sindicatos durante su candidatura a la reelección.
Mientras el Partido Republicano se movía rápidamente para solidificarse en torno a Trump y prometía acabar con la regulación gubernamental, Chávez-DeRemer tomó la dirección contraria. Ella fue una de las patrocinadoras de un proyecto de ley del 2023 que habría protegido de represalias o despidos a los trabajadores que buscaban organizar la representación sindical, y daría nuevos poderes al Gobierno federal para castigar a los patrones que violen los derechos de los trabajadores.
Luego está el equipo de seguridad nacional. Michael Waltz, el designado para asesor de seguridad nacional, fue un firme partidario de enviar más ayuda a Ucrania hasta que votó contra 95 mil millones de dólares en ayuda adicional en la primavera. Su nuevo adjunto, Alex Wong, trabajó para Mitt Romney en el 2012, parte de un ala del Partido Republicano que nunca se ha avenido a Trump. Pero Wong trabajó en el Departamento de Estado para ayudar a organizar las dos reuniones de Trump con Kim Jong-un, el líder norcoreano. Ese acto diplomático de cuerda floja tuvo sus raíces en la creencia de Trump de que la diplomacia personal y los señuelos económicos llevarían a Kim a renunciar a sus armas nucleares.
Las conversaciones fracasaron y hoy el arsenal nuclear de Kim es mayor que antes de las reuniones.
Durante la campaña presidencial, Trump destiló la discusión sobre las complejas relaciones económicas, tecnológicas y militares de Estados Unidos con China en una declaración de que los aranceles resolverían todos los problemas. Pero sus asesores de seguridad nacional claramente tienen una visión más matizada.
Eso deja a Musk y Ramaswamy. Se supone que deben encabezar el “Departamento de Eficiencia Gubernamental”, escribiendo recientemente en The Wall Street Journal que “la burocracia arraigada y en constante crecimiento representa una amenaza existencial para nuestra república”.
En realidad, el departamento no es un departamento, sino un grupo de voluntarios. Pero los dos hombres insisten en que el grupo tendrá un canal directo con la Oficina de Gestión y Presupuesto de la Casa Blanca, que buscará recortar regulaciones, personal y presupuestos.
Prometieron centrarse primero en “más de 500 mil millones de dólares en egresos federales anuales que no están autorizados por el Congreso o que se utilizan de maneras que el Congreso nunca tuvo la intención”, incluyendo subvenciones a organizaciones internacionales o a la Corporación de Radiodifusión Pública.
(Para ponerlo en perspectiva, los 535 millones de dólares en fondos federales al grupo de radiodifusión pública serían un pago inicial del 0.026 por ciento de los 2 millones de dólares prometidos por Musk en recortes).
Se ha visto cómo trabajarán con Russell Vought, el jefe propuesto de la Oficina de Gestión y Presupuesto. Fue una figura importante en el Proyecto 2025, que trazó un plan para remodelar el Gobierno estadounidense para realzar el poder presidencial, derribando y reconstruyendo las instituciones del poder ejecutivo.
Maya C. Miller contribuyó con reportes a este artículo.
© 2024 The New York Times Company