Por Motoko Rich y Kiuko Notoya / The New York Times
HIROSAKI, Japón — El verano pasado, Hanako Okada, abogada de Tokio y madre de dos niños pequeños, comenzó a planear una campaña para el Parlamento. Casi todas las personas a las que consultó le dieron las mismas probabilidades de ganar: prácticamente cero.
Como candidata de un partido de la Oposición, enfrentaba a un diputado del Partido Liberal Democrático, que ha gobernado Japón durante todos salvo cuatro años desde 1955. Los miembros varones de la familia del diputado no habían perdido el escaño de la cámara baja en la prefectura de Aomori desde hacía casi 40 años. Okada, de 44 años, era una novata en política y prácticamente una desconocida para los residentes de Hirosaki, la ciudad rural de Aomori que había abandonado más de 25 años antes para asistir a la universidad.
Antes de las elecciones generales del mes pasado, las mujeres ocupaban poco más del 10 por ciento de los escaños en la cámara baja del Parlamento de Japón, colocando al País en el puesto 163 entre 183 países en proporción de mujeres en su legislatura nacional, reporta la Unión Interparlamentaria, una organización con sede en Suiza. “Creo que todos pensaban que sería imposible”, dijo Okada.
Pero en las elecciones generales, Okada, del Partido Demócrata Constitucional, derrocó al diputado Jiro Kimura. Okada se convirtió en la primera mujer en ganar en un distrito uninominal en Aomori, una prefectura que envejece rápidamente, se está despoblando y produce el 60 por ciento de las manzanas cultivadas en Japón.
Un récord de 73 mujeres fueron electas a la cámara baja y más poderosa del Parlamento, elevando su proporción alrededor del 16 por ciento de los 465 escaños y presagiando potencialmente un futuro en el que las mujeres tendrán un papel más importante en la política nipona.
La victoria de Okada le da la oportunidad de intentar alterar la cultura de la vida parlamentaria, que, como gran parte del mundo laboral en Japón, no es amigable con las mujeres, particularmente con las que son madres.
“Me gustaría ser una política que pueda sentirse cómoda diciendo cosas como: ‘Tengo hijos, así que quiero volver a casa alrededor de las 20:00 horas’”, dijo.
Pocas mujeres se postulan para cargos públicos en Japón debido a obstáculos persistentemente altos. Muchos políticos heredan sus escaños y los padres generalmente los pasan a sus hijos. Las mujeres corren con la carga desproporcionada del cuidado de los hijos y las tareas domésticas. Y las mujeres electas pueden enfrentar acoso sexual y abuso en las redes sociales.
Eri Igarashi, de 40 años, otra demócrata constitucional que fue electa el mes pasado para un escaño parlamentario en los suburbios del oeste de Tokio, dijo que algunos hombres le dijeron que ganaría porque era “linda”. Pero adjudicó el crédito a las voluntarias que apoyaron su campaña. “Cuando hablo con las electoras, siempre les digo que las voces de las mujeres son absolutamente necesarias”, dijo.
Okada dijo que quería alentar startups en tecnología agrícola, sostenibilidad y manejo de la disminución de la población, así como promover mejores servicios de cuidado infantil en Aomori.
“La gente realmente ha perdido la esperanza en esta región, en el futuro”, dijo. “Pensé, ¿por qué no hacemos que la gente de esta región tenga más esperanza?”.
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