Tanto el uno como el otro sentimiento están por encima de diferencias raciales, nacionales, ideológicas, superando así prejuicios y estereotipos.
Ambos son puestos a prueba en momentos de crisis afectivas, políticas, económicas, pudiendo desembocar bien en su extinción, bien en su fortalecimiento. Su complejidad es similar a la de la naturaleza humana: en ocasiones apacible, en otras tormentosa, hoy transparente, mañana con claroscuros, ora fortalecidos, ora debilitados.
En todo caso, es indudable que para la inmensa mayoría de personas, exceptuando tal vez a los ermitaños, necesitan, para sobrellevar la existencia, de amores y amistades que permitan en quien confiar nuestras alegrías, congojas, esperanzas, desilusiones, expectativas y frustraciones, compartiéndolas y haciendo nuestras las de ellas y ellos.
Recíproca comprensión, comunicación, paz, respeto a la individualidad de la pareja sin pretender imponer criterios y opiniones propias, optimismo en el presente y futuro enfatizando lo positivo de la vida antes que las dificultades, son algunos de los requisitos para la estabilidad de la relación.
Los lazos amorosos y amistosos experimentan alzas y bajas, acercamientos pero también distanciamientos; por ello, deben ser periódicamente evaluados y reforzados, para que, lejos de debilitarse, se acrecienten en calidad, buscando reforzarlos y perfeccionarlos mediante el autoanálisis que haga posible detectar en lo que hemos fallado y cómo superar esas fallas.
Así, con el correr de los días, los meses y los años, al mirar retrospectivamente, podemos concluir, con satisfacción, que fuimos capaces de superar los momentos de crisis, en el proceso apuntalando estos nobles afectos y estados de ánimo, generadores de ilusiones, generosidades y bondades, que nos tornan más sensibles, más auténticos, más humanos, dando lo mejor de nosotros mismos, y, con ello dándole significado y propósito a nuestras vidas, trascendiendo el mero vegetar para alcanzar propósitos duraderos , de mutuo beneficio.
Vivimos tiempos críticos, inciertos, peligrosos, en que el egoísmo, la indiferencia, la soledad, constituyen elementos existenciales que ponen en peligro la solidaridad, el bien común, el amor y la amistad.
Contrarrestemos esos elementos negativos, que tienden a ser permanentes, mediante los bellos sentimientos que hoy, y a diario, deben ser exaltados y protegidos.