Cada cuatro años, gracias al blindaje que se le dio a nuestra Constitución con los famosos “artículos pétreos”, tenemos la oportunidad de acudir a las urnas para escoger a un nuevo Presidente, así como a las personas que deberán representarnos en el Congreso Nacional y en las alcaldías municipales; sin embargo, el nivel de abstencionismo que se ha observado en los resultados de nuestras elecciones es demasiado alto para que pueda existir la representatividad que exige una verdadera democracia. ¿Cuál será el motivo?
La pregunta hecha al final del párrafo anterior nos obliga a pensar que muchos de nuestros problemas se derivan del hecho de que un alto porcentaje de los ciudadanos de Honduras no participa activamente en la democracia y, por lo tanto, no le da la importancia que merece. Dudo que hubiéramos llegado a la situación en que nos encontramos si el 100% de los hondureños con derecho a voto cumpliera con su obligación ciudadana de analizar a cada candidato para apoyar al que reúna los requisitos que puedan producir cambios positivos para el bien común. No debe alejarnos de las urnas la decepción que nos causa un mal gobierno, ni debe ser motivo para deprimirnos creyendo que todos los políticos son iguales y que, hagamos lo que hagamos, todo continuará siendo igual.
Por el contrario, los malos gobiernos son el estímulo necesario para recordarnos la obligación ciudadana de ejercer el sufragio, convencidos de que hemos escogido la mejor de las opciones.
Como seres racionales que somos, aprendemos constantemente con cada experiencia agradable o desagradable que encontramos en el camino de la vida.
Por eso, al llegar a la edad en que se nos permite votar, ya tenemos los conocimientos suficientes para saber que estamos capacitados para asumir la responsabilidad de evaluar a las personas que compiten para gobernarnos. Lo más importante es que sea nuestro criterio el que nos indique por quién votar, pues así nos acostumbraremos a no confiar a ciegas en opiniones ajenas.
Si deseamos que se produzcan los cambios necesarios que asegurar un futuro mejor para todos los hondureños, empecemos a prepararnos desde ahora para acudir a las urnas con la seguridad de haber escogido cuidadosamente a los candidatos que, por estar libres de sospechas de corrupción, son merecedores de confianza. De hoy al 18 de noviembre de este año, tenemos tiempo suficiente para juzgar a cada candidato, no por sus promesas o por sus “generosas donaciones”, sino por su capacidad, su sensatez y su sincero deseo de servir a la patria.
Los serios problemas que enfrentamos en este momento hacen que las elecciones del 18 de noviembre de 2012 sean sumamente importantes.
No podemos darnos el lujo de volver a equivocarnos votando con la esperanza de que se conviertan en personas ejemplares las que ya han dado muestras de tener ambiciones desmedidas o pretensiones de perpetuarse en el poder.
Nuestra indiferencia hacia las elecciones que se avecinan puede causar daños irreparables. De nosotros dependerá que se produzcan los cambios necesarios.