El humanismo en el Censo Rural

En el reciente Censo Rural de la Red Solidaria, coordinado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), se evidenció un contraste entre los retos del trabajo de campo y la actitud de quienes participan en el proceso. Durante 22 días, el equipo trabajó en comunidades de Comayagua, Guaimaca y El Porvenir, enfrentando condiciones adversas tanto en el terreno como en la dinámica laboral. Un problema de entendimiento con una supervisora y un motorista y finalmente un técnico que cree ser el dueño de esa digna institución, cuyos nombres no se mencionarán, puso de manifiesto la falta de humanismo por parte de algunos líderes del proceso. Para ellos, el objetivo parece ser únicamente llenar las boletas, dejando de lado la empatía hacia los encuestadores y las comunidades involucradas. Este enfoque mecánico y distante genera un ambiente laboral poco solidario, afectando el propósito final de la labor estadística: el bienestar social. El censo rural exige mucho más que conocimientos técnicos. Quienes participan deben estar preparados para transitar terrenos hostiles, enfrentar situaciones adversas y, sobre todo, relacionarse con las comunidades de manera respetuosa y empática. La falta de consideración hacia los encuestadores y el motorista subraya la necesidad de seleccionar personal con habilidades integrales y, a la vez, capacitar a los supervisores en liderazgo humanista. En medio de estas dificultades, destacan personas como Julio Acosta, un encuestador cuyo profesionalismo, solidaridad y respeto hacia sus compañeros y las comunidades merecen reconocimiento. Su labor es un recordatorio de que, más allá de las cifras, el trabajo del INE tiene un rostro humano. Acosta representa a los héroes invisibles que, sin ser reconocidos, hacen posible que estos censos cumplan su función social. Es fundamental que el INE promueva un enfoque que trascienda lo técnico. Más allá de las boletas, está el humanismo que debe guiar este tipo de procesos.