Debido a los resultados dudosos de las elecciones generales realizadas en noviembre del 2017 y cuyo proceso fue desnaturalizado, en primer instancia, por los tres poderes del Estado, por el Tribunal Supremo Electoral, por la sociedad hondureña, por políticos de todas las instituciones, cierto sector de las instituciones militares y policiales, la prensa nacional e internacional, la ONU, OEA, Unión Europea y su parlamento.
Tal desnaturalización le restó credibilidad y deslegitimó la reelección inconstitucional del titular del Poder Ejecutivo. Por lo tanto, para fortalecer el sistema democrático ha surgido el interés de crear nuevas reformas electorales, entre ellas, la segunda vuelta electoral o balotaje.
La idea fundamental de introducir como reforma electoral la segunda vuelta es aumentar y ratificar la legalidad y la legitimidad de origen de los gobernantes electos y así asegurar la gobernabilidad.
En los últimos años la mayoría de países de América Latina han adoptado la segunda vuelta electoral con la finalidad de asegurar la mayoría absoluta en la elección presidencial.
En 1979, dos países de América Latina de dieciocho con sistema presidencial habían introducido el sistema de Segunda Vuelta o sea el 11%; pero veinte y cuatro años después, en el 2003, trece países o sea el 72% lo contemplaban en sus constituciones, demostrando la eficacia, eficiencia y confiabilidad del sistema.
La segunda vuelta electoral es un tipo de mayoría que tiene su origen en el sistema político francés y fue diseñado en principio para elecciones pluripersonales. Su adaptación y aplicación en elecciones unipersonales lo ha convertido en característica de varios sistemas electorales presidenciales, especialmente latinoamericanos.
La segunda vuelta se define como un método de desempate para producir mayorías absolutas en elecciones en circunscripciones uninominales tanto para elegir alcaldes, diputados y presidentes.
Las principales razones que han llevado a la adopción de la segunda vuelta en los sistemas presidenciales en América Latina son: como una solución constitucional que maximice la legitimidad de origen del titular del Poder Ejecutivo para afrontar situaciones de gobierno dividido y, además, como un elemento centrifugador (homogeneizador) ante la tendiente fragmentación del sistema de partidos.
La segunda vuelta electoral, también, es una variante de los sistemas electorales de mayoría que tiene dos objetivos: desempatar resultados electorales en contextos de alta competencia y definir con claridad a los ganadores de una elección.
La segunda vuelta electoral o balotaje es el término utilizado para designar la segunda ronda de votación en algunos sistemas de elección a cargos del ejecutivo y legislativo.
Se aplica cuando el requisito legal para ganar un cargo exige la mayoría absoluta o un umbral de votación previamente definido, el cual de no alcanzarse por ningún candidato en la primera vuelta, da lugar a una segunda vuelta en la que se restringe la participación a los dos candidatos más votados y en la que para ganar solo basta obtener la mayoría simple de votos.
En América Latina no practican segunda vuelta electoral los siguientes países: Honduras, Nicaragua, Venezuela, Paraguay, México y Panamá.
Desde luego, existen tesis encontradas en esto de la segunda vuelta, prácticamente su aprobación depende de los cálculos y manipulaciones de políticos cuyos intereses partidarios están por encima del interés nacional, esto no debe ser así. Los diputados y los otros actores importantes que decidirán sobre la aprobación deben actuar con responsabilidad y con grandeza.
Sin apasionamiento alguno, pienso que este asunto de las reformas electorales es un factor de distracción, pues cómo pretende la clase política, tan desprestigiada, que la mayoría del pueblo continúe depositando su confianza en quienes han asesinado el Estado de derecho, han destruido la justicia columna vertebral de la democracia, han roto el tejido social y que vengan ahora, sin una Ley de Ficha Limpia, a hacernos creer que con los mismos, obtendremos diferentes resultados que nos conduzcan a cambios positivos para la transformación trascendental que urgentemente requiere nuestra patria y anhelamos todos.
El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.
Por favor, no continúen remendando sobre telas podridas y de una vez, por todas, pongámonos de acuerdo en una Asamblea Nacional Constituyente originaria y refrendada por el pueblo.