Por: Dra. Helga Indiana Codina V.
La República Popular China ha sido una fuente replicada de diversos agentes infecciosos, causante de zoonosis y de importantes mutaciones Vírales que se han propagado por todo el mundo. En 2002-2004 el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS o SRAG.) causado por un coronavirus RNA que emergió en la provincia de Cantón, China, e infectó a más de 8,000 personas de 29 países de los cinco continentes, cobrando vidas en estos territorios. Este virus fue nominado SARS-CoV.
A finales de 2019 en Wuhan, China, surgió una mutación de un nuevo corona virus que le confirió la capacidad de infectar humanos. En termino de semanas se propagó por todo el país, contagiando masivamente la población, reportándose la primer muerte el 10 de enero del 2020. El SARS-CoV-2 se difundió rápidamente por todo el planeta, teniendo la Organización Mundial de la Salud (OMS) que declararlo pandemia el 11 de Marzo de ese fatídico año, bautizando la enfermedad con el nombre de Covid-19. Este virus es responsable de siete millones de muertes diagnosticadas oficialmente alrededor del mundo y aproximadamente 20 millones de muertes como consecuencia de la Pandemia, por falta de métodos diagnósticos, por el confinamiento, por falta de atención a otras patologías y por el temor de asistir a los hospitales.
La Pandemia fue tema de interés para toda la humanidad, fue abordada por algunos trabajando intensamente en descubrir la forma de detenerla con tratamientos o con la creación de vacunas, otros se esforzaron en no contagiarse, en cuidar y salvar a los enfermos y muchos más en sobrevivir, pero absolutamente todos los seres humanos fuimos afectados por el virus y la pandemia que alteró la economía alrededor del mundo, sin embargo, algunos se beneficiaron innovando métodos para facilitar el nuevo estilo de vida que se impuso en ese momento.
En Honduras, algunos gobernantes se beneficiaron negociando a costa de la vida de las personas, aprobando enormes cantidades de dinero que nunca llegaron a los hospitales, ni a los pacientes. Sin olvidar lo insólito de aquellos que se enriquecieron promocionando la venta indiscriminada de medicamentos que no contaban con evidencia científicas de efectividad contra el virus o la enfermedad.
Transcurrido tan solo un año se aplicaron las primeras vacunas, mismas que detuvieron los contagios masivos, modificaron la severidad de la enfermedad y nos protegieron contra la morbilidad grave y la muerte, pero fue hasta después de tres años y a pesar de las acciones de los entes antivacunas que la OMS declaró el 5 de mayo de 2023, el fin de la emergencia sanitaria global por Covid-19, enfatizando que la ominosa pandemia no llegaba a su fin, pues el corona virus 2 se quedaría con nosotros y la amenaza sigue presente.
Han pasado cinco años desde le inicio de la pandemia y es valioso abstraer lo aprendido, para cambiar la historia, ahora que China nuevamente amenaza con un brote de infecciones respiratorias causadas por el Metapneumovirus humano. Individualmente, la enseñanza se hizo consiente después de pasada la conmoción, debido a que los meses más intensos de cruda enfermedad y muerte solo sabíamos que teníamos que “servir”, ayudar de todas las formas posibles, sin detenernos a meditar o sufrir por lo que se presentaba cada minuto, más aun debíamos ingeniar y actuar. Como trabajadores de la salud, como médicos, debimos capacitarnos constantemente, dado que la información científica aparecía vertiginosamente, cada minuto se publicaba algo nuevo en relación al virus, a la enfermedad, tratamientos, pronósticos..., no obstante, no podíamos aprender todo lo que los científicos compartían, a causa de la cantidad de pacientes nunca antes visto que debíamos evaluar y tratar. Manteníamos comunicación entre los colegas médicos, nos solicitábamos cupos para hospitalizar más enfermos graves que ameritaban atención especializada, del mismo modo la población nos pedía información de sus familiares hospitalizados, de algún tratamiento ambulatorio o sobre remedios caseros; por añadidura cuidábamos de nuestras familias, alejándonos de ellas. Como ciudadanos vivimos en carne propia las injurias y perjuicios de la corrupción, la frustración de poder resolver y no lograrlo por la escasez y miseria de todo, hasta de decisiones acertadas.
Y aunque ningún país tenía un sistema de salud pública suficiente para las necesidades del día, nos enterábamos de las buenas acciones que se construían en países vecinos y lejanos.
Finalmente, y con mucho esfuerzo, se logró conseguir la estabilidad laboral de la mayoría de trabajadores de salud que se habían contratado por tiempo limitado para la atención en primera línea a los pacientes con Covid-19.
Como hondureños seguimos esperando ver y disfrutar el crecimiento del sistema de salud, con programas de prevención eficientes, que se brinde atención médica y quirúrgica oportuna, digna y suficiente para los que enferman, servicios farmacéuticos básicos, métodos diagnósticos esenciales, rehabilitación física y mental y el fomento de entornos saludables, tal como se nos promete en la campaña política cuando aspiran a gobernantes.