Cuando Laura (nombre ficticio, caso real) empezó a trabajar en una nueva empresa se encontró con un jefe sumamente atento e interesado por sus problemas, que solía repetirle lo brillante y talentosa que era, que la escuchaba y aconsejaba hasta en asuntos privados de forma casi comparable a la de un padre.
No sospechó nada, el hombre estaba casado y era casi 20 años mayor.
Tampoco cuando recibió una vez un correo sinuoso, llamándola “mi princesa bella”. Creyó que se había equivocado de destinataria. Por eso fue chocante el día que su jefe le acarició la cara simulando retirar un mechón de su cabello.
Inmediatamente rechazó aquel contacto indeseado con un manotazo. Y entendió lo que estaba pasando, aquel supuesto paternalismo era la piel de oveja con que su superior ocultaba sus verdaderas intenciones. Y las secuelas no tardaron en aflorar.
A veces no quería ir a trabajar, pero se esforzaba para que aquella situación no afectara su rendimiento laboral. Confiaba en poder manejar aquello y en mantener a raya al acosador, quien alternaba sus avances amorosos con reclamos sin sentido en asuntos de trabajo, claramente buscando ejercer presión para hacerla ceder ante sus pretensiones.
No lo denunció y siguió soportando estoicamente hasta que el acoso por fin cesó, cuando la mirada del acosador se fijó en un nuevo objetivo. Con el tiempo, a Laura le salió una nueva oportunidad de trabajo y dejó atrás aquella amarga experiencia.
Se fue con el gusto de no haber cedido a las sórdidas intenciones de su jefe, pero él se quedó con el de su impunidad.
Aunque está tipificado como delito, el acoso sexual laboral sigue sin abordarse de forma pública, quedando en el ámbito privado pese a que no solo afecta a quien lo sufre, sino que impacta también en la empresa porque un empleado acosado es menos productivo.
El acoso sexual daña el clima laboral y tiene efectos devastadores -tanto físicos como psicológicos- en quienes lo padecen, sus víctimas son casi siempre mujeres, siendo entonces considerado como una de las formas más severas de discriminación de género. Pero además el acoso sexual laboral es un acto de violencia porque vulnera la dignidad, integridad y derechos humanos de la mujer.
Desde marzo pasado está vigente la nueva Ley de Inspección de Trabajo que, según las autoridades, ha evidenciado una alta incidencia de denuncias por acoso sexual, en parte gracias a la creación de una plataforma electrónica donde las víctimas pueden exponer su caso de forma anónima. Sin embargo, el acoso sexual laboral sigue siendo un delito silenciado.
La pregunta es, si denunciamos la violencia doméstica, ¿por qué no el acoso sexual? Si es a través de la denuncia que se traerá ese tema a discusión y se generará mayor conciencia en las víctimas, pero también en las empresas, para que lo prevengan y sancionen, estableciendo políticas claras y fomentando la delación de ese delito contra las mujeres, que muchas veces callan por vergüenza o miedo a perder su empleo.
Pero, además, porque muchas, a veces demasiado jóvenes, no logran identificar el acoso.
Y es que son distintos los modus operandi de los acosadores, pero un jefe que insistentemente invita a un café o a comer a una subordinada pese a su negativa, que le ofrece jalón cuidándose de no ser visto por el resto del personal, que da regalos sin motivo o envía correos privados demasiado “cariñosos” es uno de ellos.
Que no solo dispondrá del tiempo de la empresa para sus devaneos sino que usará los recursos que esta le provee para acosar a su presa. Los escenarios son múltiples y de allí la importancia de hablar sobre el tema.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) define el acoso sexual como “toda conducta de naturaleza sexual y toda otra conducta basada en el sexo y que afecta la dignidad de las personas, que resulte ingrata, irrazonable y ofensiva para quien la recibe”. Pero aun cuando el acoso sexual suele ser un secreto a voces en el entorno laboral, nadie lo denuncia.
Las mujeres lo soportan en silencio y esperan a que pase, ceden o terminan yéndose, camuflando su salida de la empresa con otras razones. Lo cierto es que quien comete acoso sexual es un delincuente y hay que denunciarlo como tal.
En Estados Unidos se recuerda el 26 de agosto una de las mayores conquistas de las mujeres, el derecho a ejercer el sufragio.
Un logro que inspiró a movimientos feministas en otros países a luchar por sus derechos políticos. Sin embargo, hay muchas luchas que las mujeres aún deben librar y el derecho a no ser acosadas en el trabajo, por depredadores en cargos superiores o similares, es una de ellas.