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Antes bueno, ahora malo

Iniciamos el mes de la patria con una nueva ola de inestabilidad política en Honduras. Hace meses el río sonaba, indicando que no solo miembros del Partido Nacional estaban involucrados en actos de narcotráfico.

Los acontecimientos de esta primera semana de septiembre han evidenciado que aún faltan peces gordos que tienen que rendir cuentas en las cortes norteamericanas. La corrupción, la impunidad, el financiamiento electoral sucio y “ahora” el narcotráfico parecen ser males arraigados y endémicos en la política hondureña, lo que genera desconfianza y descontento en la población.

Los sucesos ocurridos durante la primera semana de septiembre han resultado aniquiladores para los ciudadanos, quienes anticipaban una mejora en las condiciones en Honduras por parte de la clase política en el poder.

Ante esta situación, es fundamental que se tomen medidas efectivas para combatir estas prácticas y restaurar la confianza en las instituciones del país frente a este fenómeno anormal que se ha incrustado en la clase política en los últimos años y que hoy algunos políticos quieren aceptar como normal.

¿Pero la pregunta es quién está llamado a realizar esta tarea? ¿Los mismos?

La respuesta no es sencilla, ya que muchos de los actores involucrados en la política hondureña son los mismos que han contribuido a la crisis actual y aún más, pareciera que quieren normalizar este tipo de situaciones, aceptando como normal lo que antes consideraban malo. No podemos seguir en las mismas andadas, ya que el país se hunde aún más.

Ante esta situación es necesario ser autocríticos, pero además es necesario que surjan nuevas figuras políticas con valores y principios morales sólidos, comprometidos con el bienestar de la sociedad hondureña y no con los líderes del narcotráfico o de los grupos de poder del país. Es necesario también que se aprueben las reformas al estamento jurídico y que existan mecanismos judiciales que sancionen a los responsables de estos “errores”. Si seguimos así, y no corregimos, nunca esperemos la construcción de ciudadanía, de institucionalidad, pero mucho menos esperemos reconectar la política con la gente. Si no recuperamos la confianza perdida en las instituciones, no lograremos avanzar hacia un futuro más prometedor para el país. Es necesario también que la ciudadanía exija transparencia y rendición de cuentas a sus líderes políticos, para garantizar un cambio real en la situación actual. De esta manera, se podría construir una Honduras más justa y próspera para todos sus habitantes.

Finalmente es necesario que la sociedad se involucre activamente en el proceso de reconstrucción de un país más justo y próspero. Solo a través de un compromiso ciudadano y la exigencia de transparencia, se podrá avanzar en un cambio real en las instituciones y la clase política hondureña.