La mayor parte de la gente no conoce su nombre —Rogelio Cruz Mejía, con siete hijos en casa, residente en la aldea de San Lorenzo, Yoro— pero sí sus anécdotas, que caen en el humor negro y otras de pura picardía cómica.
Lleva al día un libro en el cual apunta los muertos de familias conocidas en el valle. Apunta solamente a aquellas personas de familias conocidas y de arraigo local, no los de reciente migración al valle. Cierta vez llegó a su casa una persona que ya la había apuntado como fallecida, por lo que le pidió que se fuera de su casa, porque para él ya estaba fallecido y apuntado.
Alto, según el promedio local, de complexión fuerte, de edad indefinida, de piel blanca y de fluida plática. Todo aquel que recién le conoce gana su simpatía. A flor de labio tiene una historia que contar, de su vida o de personas conocidas, a las que a menudo les hace bromas.
En cierta ocasión llegaron varios amigos a su casa, a los que les dijo que deseaba invitarlos a una sopa de gallina con maíz molido, indicando que la peste reciente le había dejado sin aves de corral. Lo cierto es que antes de la llegada del grupo de amigos de Olanchito, les ordenó a unos cipotes que espantaran las gallinas, pollos y gallos, para que se fuesen al monte cercano.
Otra vez, mientras su hijo —Lito— le conducía en carro al puerto de La Ceiba le pidió que bajara la velocidad del automotor. Lito le dijo que era a velocidad normal (80 kilómetros por hora), que no tuviera miedo, sin embargo, Compa Lelo insistía que era muy alta la velocidad. En un reten policial, Compa Lelo llamó a un agente para que le impusiera una esquela a su hijo por conducir a alta velocidad. Ni corto ni perezoso el agente hizo la esquela por 200 lempiras (estaba el cambio del dólar a dos lempiras por cada billete verde).
Lito, con toda tranquilidad, recibió la esquela y se la entregó a su padre, para que la pagase allí mismo. Fue brinco el de Compa Lelo, quien le pidió al policía que le hiciera una rebaja porque él le había traído el cliente. No tuvo más que a regañadientes pagar la multa.
En una ocasión, su amigo personal, de varios años atrás, Saro Bonano, le llevó —con gastos pagados— a disfrutar de los casinos, mujeres desnudas y otros que brinda la ciudad de Las Vegas, Nevada. Bonano le estima mucho por su buen humor y rápida creación de chistes.
Una vez, Mario Jiménez (QDDG) me invitó a cazar palomas de ala blanca que le estaban comiendo decenas de libras al día de varias manzanas sembradas de sorgo. Lo hizo en tierras de propiedad de Compa Lelo. Sólo maté tres por mala puntería. Varios días después, Compa Lelo le dijo a mi amigo que no me volviera invitar, “porque ese muchacho me ha dejado los potreros sin frijoleras. ¿Qué voy a comer ahora?”, se preguntó.