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Cuarentena: cuando la casa no significa protección

Todo el mundo ya lo sabe: convivimos con la pandemia del COVID-19. El coronavirus representa un desafío a la salud pública para las autoridades y toda la población. En los últimos días, hemos visto las medidas oficiales que limitan la circulación de la gente para intentar prevenir la propagación del virus. Empleados(as) trabajando desde la casa, cines y tiendas cerradas, niñas, niños y adolescentes en casa al estar tanto las escuelas paralizadas como las actividades recreativas en parques, centros comerciales y otros espacios. Quédate en casa. Esa es la recomendación.

El hogar es el lugar dónde toda la población debe estar para atravesar esta situación de forma segura. Estar en casa significa, por encima de todo, la certeza de tener tranquilidad en el lugar que es más apreciado por ti. Significa no desplazarse y no interactuar con personas fuera del círculo familiar. Debería significar protección. Y podría significarlo si la casa no fuera también, para muchas niñas, niños y adolescentes, un espacio violento.

Mantener a niñas, niños y adolescentes en casa es una medida que conlleva el riesgo de aumentar tensiones intrafamiliares y una sobrecarga de trabaja doméstico para las mujeres adultas y las niñas. Las niñas -quienes son frecuentemente consideradas como adultas en miniatura- experimentan desde muy pequeñas, los impactos de lo que es percibido como natural en la vida de las mujeres. En los hogares marcados por violencia intrafamiliar, que principalmente afecta a mujeres y niñas, este período de confinamiento en casa eleva las condiciones de tensión que pueden llevar a la ruptura de una ya de por sí débil dinámica familiar y traer serios riesgos de violencia. Hay inumerables casos en los que niñas, niños y adolescentes han sido resguardados de situaciones de violencia en casa porque esa violencia sólo fue percibida a través de interacciones con la escuela, a través de consultas básicas en unidades de salud, visitas médicas, proyectos y actividades socio- educativas realizadas por organizaciones de la sociedad civil. Muchas veces, los adultos notan los signos de violencia. Otras veces, son las niñas, niños y adolescentes quienes, al sentirse en espacios y relaciones seguras fuera de casa, indican que hay episodios violentos sucediendo en su familia.

En Brasil, cada tres horas, niñas menores de 18 años son víctimas de violencia sexual. Esto sucede a niñas de 13 años cada cuatro horas, según estadísticas del Foro de Seguridad Pública de Brasil. Se estima que hay alrededor de 500,000 casos de violencia sexual por año y que sólo el 10% es reportado. De acuerdo a estudios, la mayor parte de las víctimas son violadas por personas que conocen, y la violencia ocurre dentro de sus casas, en sus familias. Es por ello que es necesario tener en cuenta que las medidas de protección del coronavirus que aislan a niñas, niños y adolescentes también conllevan repercusiones significativas que no deben ser ignoradas y necesitan ser abordadas lo más pronto posible.

En el caso de Honduras, los datos no son menos alarmantes: solo en 2018, se presentaron 2,187 casos de violencia sexual en niñas y adolescentes menores de 19 años, donde la mayor parte de estos casos fueron a manos de personas conocidas, muchos de ellos familiares; también Medicina Forense atendió a 345 niñas y adolescentes de 10 a 19 años que fueron agredidas por sus parejas o ex parejas.

La cuarentena mantiene a niñas y niños lejos de los espacios extra familiares y de las relaciones que son esenciales para reconocer y prevenir círculos continuos de violencia en la casa. Esto no es una crítica a las medidas de cuarentena adoptadas que son necesarias para evitar que el virus continúe esparciéndose. Se trata de enfatizar que las medidas relacionadas a la pandemia no deberían ser tomadas sin un contexto analítico profundo que garantice la protección de niñas, niños y adolescentes. Que el Estado garantice su derecho a la vida, a la salud, a vivir libres de violencia y toda forma de maltrato, discriminación, explotación, crueldad u opresión.

Ademas, resulta importante ver la afectación significativa que tiene el COVID-19 en las niñas y mujeres hondureñas, ya que son quienes desempeñan la mayor parte de las labores domésticas en los hogares, se encargan de las compras de alimentos y sobre quienes recaen las responsabilidades de cuidado de las y los familiares enfermos, además, en el caso de las mujeres son quienes conforman la mayor parte de la fuerza de trabajo de cuidado en el sistema de salud en las carreras de enfermería y auxiliares de enfermería.

La cuarentena a causa del COVID-19 no solo aumenta la carga del trabajo del hogar que recae en las niñas y mujeres, sino que profundiza la carga emocional por garantizar la salud de su familia y el sustento, y afecta la atención a las denuncias de violencia domestica en los hogares debido a la saturación de las líneas que colapsan por la emergencia sanitaria.

Es asi que resulta importante tomar en cuenta algunas medidas para aligerar la carga que sufren las niñas y mujeres en esta cuarentena:

• Promover la corresponsabilidad en los hogares a fin de que entre todas las personas de la casa se realicen las tareas domesticas y de cuidado.
• Fomentar espacios de sana convivencia y dialogo a lo interno de las familias evitando la sobre exposición a noticias que aumentan la situacion de estrés.
• Evitar el consumo de alcohol que no solo incrementa los episodios de violencia en los hogares sino que afecta la economía de la familia.
• Tener a mano los números de emergencia para denuncias en caso de síntomas de COVID-19 o violencia domestica: 911
Fiscalia de la Mujer: 2237-6830 o 2237-6908
CONADEH: 9581 18 46 de 6 am a 3 pm - 9593-5362 de 3:00 pm a 11:00 pm.