A lo largo de su historia la sociedad hondureña se ha visto expuesta a una serie de fenómenos que han amenazado continuamente la vida de la gente y frenado el desarrollo del país. Se trata de eventos extremos originados en la naturaleza o directamente provocados por el ser humano...” (PNUD. Informe sobre Desarrollo Humano, Honduras 1999, p. 38).
1998: el huracán Mitch apocalípticamente evidenció las distintas vulnerabilidades del país y la región centroamericana, de carácter social y ambiental, que incrementaron el número de víctimas y las pérdidas materiales ocasionadas. Múltiples inseguridades fueron desnudadas: en salud, empleo, vivienda. El modelo extractivista de los recursos naturales, explotados irracionalmente sin tomar en cuenta a las comunidades en donde se localizan ni el medio ambiente, contribuyó decisivamente a la devastación catastrófica.
El colapso económico aceleró la migración masiva de compatriotas hacia el exterior. El número de muertos y desaparecidos se estimó en alrededor de 10,000. Fuimos incapaces de aprender las lecciones derivadas, tras una parcial reconstrucción de la infraestructura física, sin que hubiera la necesaria transformación socio-política e institucional, retornamos a la “normalidad”, a más de lo mismo.
2009: el golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional Manuel Zelaya significó un retroceso en la lenta construcción del sistema democrático formal representativo, retornando a la militarización, a expensas del poder civil, a la represión directa de quienes protestaron la ilegitimidad golpista. Quedó manifiesta la renuencia de las élites económicas, políticas, religiosas a la democracia participativa, al “poder ciudadano”. Las secuelas y polarizaciones acaecidas se mantienen intactas al presente.
2017: el fraude electoral perpetrado el 26 de noviembre profundizó aún más la crisis sistémica del sistema político imperante, además del colapso institucional. La reacción popular en protesta fue respondida a sangre y fuego: 30 muertos, 1,085 detenidos, 232 heridos, una desaparecida, 126 manifestaciones reprimidas, al 31 de diciembre 2017. Terrorismo estatal.
2020: la más reciente pandemia: Covid-19, se agrava diariamente ante la fragilidad del sistema sanitario público, desabastecido de fármacos, productos higiénicos, equipos. El saqueo permanente, sistemático, del presupuesto asignado al ministerio de Salud agrava más una situación desesperante. Repudiable la politización en la entrega de alimentos, manipulando el hambre de los de abajo para objetivos proselitistas. Y lo peor de esta crisis: aún no ha llegado, en términos humanos y económicos. El FMI confirma el mundo ya está en otra grave recesión, más profunda que la de 2008.
¿Seguiremos impávidos, indiferentes, inmovilizados, en esta patria “vacilante e incierta” (Francisco Morazán), sin intentar aprender las enseñanzas derivadas de hechos y situaciones del cercano ayer, cual si viviéramos en el mejor de los mundos posibles?