Columnistas

Día Nacional de la Juventud

La excitativa que Francisco Morazán, horas antes de ser fusilado, dirigió a la joven generación de su patria centroamericana posee eterna actualidad: “Excito a la juventud, que es la llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado y deseo que imite mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”.

En efecto, al fragmentarse el istmo en cinco débiles repúblicas, en ocasiones enfrentadas olvidando su común origen, debe encarar problemáticas cada vez más acuciantes y complejas que ponen a prueba la capacidad y voluntad de hacerles frente con posibilidades de encontrarles solución.

Por ello, jóvenes y adultos, al unísono, pueden y deben crear estrategias y metodologías adaptadas a las circunstancias y recursos humanos y materiales disponibles.

Es cierto que cada generación posee características distintivas que la diferencian de las precedentes, pero, igualmente, poseen aspiraciones coincidentes que las unen: igualdad de oportunidades, salud, educación, bienestar.

La juventud posee cuotas de entusiasmo, disposición a la innovación, idealismo y altruismo que deben ser canalizadas y aprovechadas antes que descartadas por sus mayores.

Las y los jóvenes que tienen la fortuna de contar con acceso a los beneficios de la educación formal y a los avances tecnológicos están mejor informados, poseedores de habilidades y destrezas que constituyen reservas estratégicas para la modernización del país.

Por ello sus talentos deben ser totalmente aprovechados en su país y no fuera de él, en tanto que la juventud que por circunstancias socioeconómicas insuperables, ajenas a ella, ha estado marginada de la instrucción impartida en las aulas debe ser priorizada para incorporarla y homologarla con aquella afortunada, borrando diferencias superables. Si la juventud no es tomada en cuenta y escuchada, se aísla, frustra, emigra hacia otras latitudes en donde pueda desarrollar plenamente sus potencialidades. Al abandonar su patria, temporal o definitivamente, provoca una hemorragia en el recurso humano, el más valioso, ahondádose la brecha generacional que impide el accionar concertado y colectivo.

Nuevamente, es oportuno citar al prócer y mártir Morazán: “La educación de la juventud, de esa porción escogida para regir en algún día los destinos de la República, ha merecido muy particularmente la atención del gobierno. Un pueblo que, rompiendo las cadenas de la esclavitud, se arroja, digámoslo así, de repente en el camino de la libertad, no puede marchar sin tropiezos por él, sino buscando en la educación el cultivo de su inteligencia e instruyéndose en el cumplimiento de
sus deberes...”