Fue nuestra juventud -como tantas- futbolera, con sueños de liga y selección, que no pasaron del intento. A los soleados entrenamientos ceibeños llegaban compañeras a pelotear un rato, y ante sus quejas o de cualquiera, surgía el atavismo patriarcal: “el fútbol es cosa de hombres”.
Pues no, en otras sociedades avanzadas, el fútbol femenil crecía, casi invisible, sin prisa, pero sin pausa.
Pensando en eso, la FIFA envió un dinero a directivos hondureños -para desarrollar el talento de nuestras jugadoras- que se diluyó entre displicencia y corrupción.
La FIFA -que en los 70 tenía solo diez empleados permanentes- mutó en un monstruo de hacer dinero, tanto como el PIB de un pequeño país; se pagan cifras mareantes por un futbolista, salarios, patrocinios; hasta su influencia política, como blanquear la dictadura argentina con el Mundial del 78, o excluir a Rusia de las competencias por la guerra en Ucrania.
Lo potable -por llamarlo de algún modo- es que a pesar del insolente negocio de FIFA y la descarada sumisión a potencias occidentales, el fútbol mantiene su esencia, la belleza del juego colectivo, la habilidad inverosímil de los jugadores, goles fabulosos, minutos infartantes.
Menos ruidosa que los torneos masculinos, el miércoles comenzó la Eurocopa 2022 femenina; asombroso, más de 74 mil espectadores en el estadio Old Trafford, en Mánchester, Inglaterra.
En marzo, el encuentro Barcelona-Real Madrid en Liga de Campeonas alcanzó 91,553 personas en el Camp Nou, récord mundial para un partido entre mujeres.¿Los partidos? Partidazos. Intensa estructura de juego: ataque triangular, pelota a los espacios, marcación por zona, avance vertical.
El balón es el mismo de los hombres, pesa lo que pesa y duele lo que duele. ¿Los goles? Algunos normales y otros golazos. El fútbol femenil evolucionó tanto que Maradona, con todo lo Maradona que era, estaba asombrado.No solo creció el número de jugadoras; algunas son profesionales del fútbol, tienen salarios, aunque todavía inferior al de los hombres; también es esperanzador las muchas entrenadoras y varias árbitras. Eso de que el fútbol es cosa de hombres está en una galaxia muy muy lejana.
Eso sí, las estadísticas registran que la mayoría de los espectadores son hombres, que la afición todavía no llega a la mayoría de mujeres. Lo terrible es que, como ocurre en la industria del cine, los sueldos estratosféricos no se parecerán a los de sus colegas masculinos.
La cosificación de la mujer, que infames presumen otras disciplinas: voleibol, atletismo, tenis -que las exhiben en ropa mínima- se nota menos en el fútbol, cuyos uniformes son holgados, como en los equipos masculinos.
Como sea, es otro empoderamiento de la mujer en un campo que era exclusivo de los hombres, como fueron la política, los negocios y tantos otros, aunque queda mucho derecho por pelear, al menos, están en la cancha jugando su partido.