Columnistas

El loco y el loquero

Don Miguel Andonie Fernández, fundador del Pinu-SD, personaje poco conocido para la juventud de hoy pero muy respetado y admirado por la vieja guardia, advertía que, en tiempos de desorden provocado intencionalmente, lo importante era encontrar sus raíces, no persiguiendo al “loco”, sino identificando al “loquero”.

En Honduras es imposible predecir lo que va a ocurrir dentro de las siguientes 24 horas y mucho menos pronosticar cuál será el futuro de esta generación y la de nuestros hijos y nuestros nietos. Los acontecimientos políticos, en su mayoría nefastos, ocurren con tal rapidez que lo único que provocan es una zozobra permanente que impide hacer planes de corto o mediano plazo. Desde el pequeño emprendedor hasta el reconocido inversionista se identifica el miedo de arriesgar sus pocos o grandes capitales en una aventura que podría contribuir a reducir el desempleo, aumentar los ingresos familiares y propiciar el desarrollo de nuestra población dentro de un marco de una mejor educación y de mejores servicios de salud dignos y eficientes.

En este periodo, el gobierno, que en su momento lució como una esperanza renovadora porque prometió un país de las mil maravillas, se ha caracterizado por las múltiples “metidas de extremidades” de algunos funcionarios y de otros extraños entronizados en las esferas del poder. Estos personajes han desvirtuado aquellas promesas de “Refundación” de la campaña. Generalizar la culpabilidad no solo es injusta, sino que se puede volver peligrosa, no todos en los engranajes del gobierno pueden cargar con la responsabilidad en el aparente fracaso de la gestión de la presidenta Castro, algunos funcionarios han tratado de cumplir fielmente con la ley, esforzándose por hacer las cosas de una mejor manera; sin embargo, los focos de contaminación que son visibles e identificables, manchan esas buenas intenciones y esfuerzos. Por mucho que los voceros oficiales y oficiosos del régimen se empeñen en demeritar y hasta reprimir la crítica popular, el daño que provocan estos incapaces lesionan gravemente no solo a su propio gobierno, sino que a la imagen internacional del país y principalmente, a la población hondureña.

Los continuos abusos, así como el repetido atropello de la Constitución y las leyes que cotidianamente se dan en el seno del Poder Legislativo son atemorizantes e indignantes porque constituyen preludio de lo que podría ser una dictadura feroz donde se conculquen lo más elementales derechos políticos y humanos de la población. El abrogarse en forma continuada funciones que constitucionalmente le corresponden al pleno, o sea a los 128 diputados propietarios elegidos por la voluntad soberana del pueblo, desnuda la debilidad de nuestras instituciones y, por consiguiente, anuncian un futuro incierto para nuestro sistema republicano y democrático.

Es triste escuchar ciertos defensores de oficio de los abusos frecuentes. Estos voceros que abren la boca para agudizar las crisis, frente a su incapacidad, se ven obligados a recurrir a la vulgaridad y la amenaza.

¡YA BASTA!