En las regiones celestiales habita el Alfarero, él creó todo lo que conocemos y desconocemos, esa noche no pudo dormir, había creado a un varón a imagen y semejanza a él, más en su mente le taladraba un pensamiento, hacer un ser diferente, especial, con cualidades jamás experimentadas en el universo entero, más debía tener esencia exquisita, sacada desde lo más profundo de su ser, poner cualidades jamás imaginadas porque serían excepcionales, superiores, todos los que experimentaran su presencia sabrían que es un ser exquisito, más tardaba en darle a su proyecto realización; necesitaba inspiración.
Y salió al universo y contempló el arco iris, bello espectáculo, la armonía de colores haciendo un solo conjunto y dando paz, solaz, tendría la esencia de la luz refractada y su ser sería la armonía, pasó por la mar tempestuosa y vio como las olas se estrellaban contra las rocas pero que a la vez llegaban a la playa tranquilas y tras besar las arenas se retiraban hacia la vasta mar, pensó el Alfarero que debía ser aguerrida, luchadora, tempestuosa cuando luchara por los suyos pero a la vez daría a su seres amados la tranquilidad para que desarrollen sus potenciales y en regazo de este ser pudiesen encontrar el consuelo necesario. Vio a las palmeras balancearse al ritmo de la brisa y pensó que debería tener un espíritu de alegría, que en su vida la danza, el ritmo de las notas musicales sacadas de cualquier instrumento o la misma naturaleza darían el ritmo de canciones, su ser danzaría por la alegría de disfrutar su vida a plenitud y dar el son de la cadencia a su progenie.
Llevado por los vientos vio como el águila se deslizaba con suavidad en las alas de Éolo y en veloz desplazamiento atrapaba su presa, aunque era distante la localizó, ese ser debe tener ojos de águila, pensó, debería ver más allá de lo vidente y saber en qué peligros podrían estar sus amados polluelos o aún cercanos conocer anticipadamente cuando su bebé necesita su atención prestamente, vería los semblantes de sus amados y podría reconocer cuando extender una mano para acariciar, o ver los destellos de ojos llenos de alegría porque saborean la vida a plenitud, sus oídos deberían ser como el eco que trasmite la voz repetidamente, ello le daría el don de escuchar el más leve quejido de un bebé, escucharía con plena atención las tristezas que le contaran, escucharía el latir de los corazones que laten velozmente o lentamente porque las circunstancias hacen latir el corazón y este ser tendría la magia de tranquilizarlo con palabras sacadas de los apiarios porque las abejas libaron el néctar o llevaron el polen e hicieron ese delicioso manjar que alimenta el espíritu porque sus palabras serían dulces y sabrosas porque llevan esencia de vergel.
Y el Alfarero vio el ocaso, el alba salió adormilada entre los montes enhiestos y pensó que ese ser especial que construiría tendría jornadas de más de 24 horas, su luz no se ocultaría cuando llegase la noche, siempre vigilante, siempre sería como el centinela, de sus manos saldrían caricias y obras de arte culinario, su pensamiento ya empezaba a dar forma a este ser que crearía, y pensó que si había creado a un varón, haría un ser que sería lo opuesto a éste, que no tendría las fuerzas físicas como un Hércules sino su fuerza sería de su interior, que no sería guerrera sino en sus manos descansaría la paz, que no sería derribadora sino constructora, que su ternura desplazaría la hosquedad del varón que actuaría con la lógica y la razón sino que actuaría con la intuición, de sus manos saldrían fermentos para alimentar y no espadas para devorar, tendría solidez del acero y no sería como el hierro que tiende a oxidarse, sería fuerte que podría soportar con el tesón de la valentía las vicisitudes de la vida sin romperse aunque sufriera los hornos más ardientes, porque al final saldría del crisol un ser mejorado en todo sentido.
Y procedió a crear, trajo los más finos marfiles para sus miembros, los rojos corales serían sus labios, el azabache de sus cabellos caerían sobre sus hombros, el color de la mar sus ojos, su piel sería como la seda, la llenaría de la esencia de mujer que atraviesa diversas etapas, más sintió una especial empatía para cuando se convirtiera en madre porque tendría esa facultad de crear, de dar vida, de hacer expansible su cuerpo y le dio la facultad que sus entrañas saliese alimento delicioso, será en este proceso que pondrá en acción todas las facultades especiales que tendrá porque sus brazos deberán abrazar el mundo, de su calidez saldrá la cura de los males, de sus palabras, la educación, de su ser saldrán principios morales que conducirán hasta que se hagan viejos, dará a su progenie el lenguaje por el cual se comunicarán y de sus dedos las palabras que se escribirán en arcilla o roca pétrea, será como la araña, tejerá los más sublimes telas que cubrirán la desnudez de los suyos, alimentará con las más ricas viandas y los postres más sabrosos saldrán de los hornos que construirá, por ella la humanidad continuará en la faz de la Tierra generación tras generación; de ese ser llamado madre saldrá la esencia de mi ser dijo el Alfarero, le daré la sustancia que jamás se acaba; el amor, estará revestida de esa esencia, porque será una imagen de mi ser, más en sus tristezas cuando el mundo le sea amargo, triste o desolador brotará de sus ojos diamantes de agua que podrán llenar ríos o manantiales, pero aliviaran sus penas o serán lágrimas sublimes de alegría porque éstas pueden ser derramadas en la tristeza o en la alegría, y este amor será especial, dará arrullo, consuelo, perdonará las flaquezas, ese amor instruirá, será un amor diferente a ser esposa o novia, será ese amor que se entrega sin condiciones y en su corazón se gozará porque es la esencia del Alfarero, él bajó a la Tierra y tomando arcilla la hizo con manos amorosas, manos que cuando te tocan es como si Dios te estuviese tocando por ser la imagen de él.