El pobre papel del presidente Joe Biden en el debate presidencial frente a Donald Trump hace algunos días en CNN, desencadenó cualquier cantidad de críticas e interrogantes en torno a su capacidad para dirigir por cuatro años más el destino de la nación más poderosa del mundo y colocó al partido demócrata en una posición delicada de cara a las elecciones del 5 de noviembre.
En las últimas semanas, Biden ha dedicado su mejor esfuerzo a intentar demostrar que sigue siendo capaz de gobernar Estados Unidos otros cuatro años, pero nada indica que podrá revertir la imagen que transmitió en aquel debate, en donde se le vio difuso, débil y sin la capacidad necesaria para rebatir, incluso, las mentiras evidentes que decía Trump para criticar su administración.
Aquella fue verdaderamente una noche trágica para el presidente estadounidense y hasta se podría decir que marcó un punto de inflexión en la contienda electoral, como lo demuestran los acontecimientos posteriores que se han dado.
Mientras los republicanos y el propio Trump se regocijan con lo sucedido y el momento que viven, los demócratas empiezan a darse cuenta de su cruda realidad, con un escenario en el que, de mantenerse firme la candidatura de Biden, se enfrentan a una casi segura derrota en las urnas, que podría, incluso, arrastrar a algunos senadores y congresistas, pues ese mismo día los estadounidenses eligen 435 congresistas de la Cámara de Representantes y 33 senadores.
Es decir, no está en juego solamente la Casa Blanca, sino el control del Congreso –con sus dos cámaras– y por eso se concede tanta importancia a la decisión de Biden de continuar o hacerse a un lado y permitir que un nuevo liderazgo demócrata tome la lucha contra un Trump que se siente ya con un pie de vuelta en la oficina Oval para dirigir el destino de su país y de gran parte del mundo, de acuerdo a la influencia que mantiene Estados Unidos.
Antes de la noche trágica del debate presidencial, las encuestas daban una ligera ventaja a Trump –más o menos 2%–, mientras que la última, realizada recientemente por The New York Times/Siena College, muestra que el expresidente ha ampliado aquella diferencia a 6% (49% contra 43%), marcando una tendencia que debe ser causa de preocupación para los demócratas, como en efecto, lo han manifestado algunos de sus líderes.
Las voces que se han escuchado de líderes demócratas o financistas, apuntan a que el presidente Biden pierde confianza del entorno más elevado del partido y que es cuestión de tiempo que ese sentimiento se traslade a los electores, y su candidatura entre en caída libre y sea imposible detenerla.
Revertir los resultados que muestran las encuestas no es sencillo. Hay que remontarse a 1948, cuando lo hizo Harry S. Truman (D) quien, siendo presidente, revirtió la tendencia ante Thomas Deway (R).
El propio Trump se mantuvo por debajo en las encuestas contra Hillary Clinton, pero ganó la presidencia por victorias en estados clave, aunque perdió por más de dos millones de votos a nivel nacional.
No se necesita ser un genio de la política estadounidense para darse cuenta que la situación del presidente Biden y los demócratas es complicada. Hasta este momento, el gobernante se aferra a seguir en la lucha por la reelección, pero cada día que pasa sus posibilidades se ven mermadas y Trump, un hábil manipulador de cualquier situación que enfrenta, aumenta sus posibilidades de retornar al cargo que una vez fue suyo.
Tic-tac...tic tac... El tiempo corre y los demócratas tienen programada su Convención Nacional para los días 19-22 de agosto en Chicago. Si antes de esa fecha Biden no abandona la contienda, es seguro que se confirmará su nominación, ganada en las primarias. Para entonces, la suerte del partido se habrá decidido.
El único oxígeno que llegará al campamento demócrata, aunque no parece que vaya a ser suficiente para cambiar la decisión de los republicanos, es la sentencia que recibirá Trump por el caso de “pago por silencio”, algo que ocurrirá hasta después de que el expresidente haya sido confirmado como candidato del partido, por lo que su repercusión puede tener menos impacto del que se esperaba cuando el juez dictaría el 11 de julio la sentencia por los 34 delitos por los que se le declaró “culpable”. El mismo juez postergó esa fecha, favoreciendo al candidato.
Si Biden no se retira de la contienda, el resultado será la historia de una derrota anunciada. Aún si logra recapacitar y se hace a un lado, el camino para los demócratas será cuesta arriba, aunque mejoran las posibilidades de vencer en las urnas al quién será el primer candidato presidencial de EEUU que se presenta siendo convicto por delitos penales y, aun así, podría volver a la Casa Blanca. Finalmente, la decisión de Biden tiene que ver con el futuro de su país... y de muchos otros, en los que la política internacional de Washington impacta.