Cuando el Parlacen se instituyó en 1991, con el rechazo –que persiste– de Costa Rica, se pensaba que la naciente organización parlamentaria contribuiría, de alguna manera, en promover la integración política, económica y social de la región. Sin embargo, poco tiempo duró el sueño y, 33 años después, se ha comprobado que se trata de un “elefante blanco” que nada aporta y solamente acoge a políticos de pacotilla, sin relieve en sus propias naciones.
En más de tres décadas ese organismo parlamentario ha sido incapaz de tener, al menos, una iniciativa que impacte en la región. Lógico, sin que sus decisiones sean vinculantes, no puede hacer más que “recomendaciones”, “felicitaciones” y algunas actividades culturales y sociales para intentar justificar su existencia.
Sin embargo, esta semana el Parlacen alcanzó titulares en muchos medios de prensa, al dar a conocer que la Rusia de Vladimir Putin, la Rusia que invadió Ucrania, la Rusia que no funciona bajo principios democráticos, se suma a los países observadores, un bloque que, por cierto, incluye a otras naciones con gobernantes autocráticos, como China y Venezuela.
Oficialmente, el observador permanente es la Duma Estatal y Consejo Federal de la Federación de Rusia, pero en la práctica, es como si el mismísimo Putin los enviara, ya que, en ese país nada sucede sin que el “amo ruso” lo ordene.
No es casualidad que la iniciativa para aprobar el ingreso del nuevo “observador” llegara por medio de Guillermo Daniel Ortega Murillo, hijo del dictador nicaragüense Daniel Ortega y de la vicepresidenta Rosario Murillo. A partir de ese impulso, se sumaron a los votos nicaragüenses y mayoritariamente de Honduras y El Salvador, así como algunos diputados de los otros países. Por cierto, la página web del Parlacen ni siquiera muestra como fue la votación de forma individual.
Cualquiera puede pensar que, como el Parlacen es ese “elefante blanco” inútil, sin influencia e intrascendente, la presencia de Rusia y los demás “observadores” es irrelevante. Ciertamente no es determinante, pero le sirve al expansionista Putin para sus intereses, pues no sólo mete su bota en la puerta de la región, sino que le facilita tener contactos políticos en todos los países miembros.
De entrada, Rusia se ha comprometido a dar una “ayuda económica” para los programas del Parlacen –también lo hacen los otros “observadores”–. La noticia no ha caído bien en los países de la Unión Europea (UE) ni en Washington, tomando en cuenta que se mantiene vigente la invasión a Ucrania y Putin no cesa con sus amenazas de una confrontación nuclear global si cualquier país occidental interviene de forma directa en ese conflicto armado, que lleva ya casi tres años (febrero de 2022) y ha causado muerte y destrucción.
Para Putin, haber metido su bota dentro de una puerta regional es importante, pues, aunque sabe de la irrelevancia del Parlacen, sabe también que, para trascender en cualquier región, es vital tener algún grado de presencia, una presencia que puede abrir más adelante otras puertas... esas sí, importantes.
La figura de Putin es controversial en muchas partes del mundo. Unos le ven como un hombre inclaudicable que no se deja de nadie. Creen que la única razón de haber invadido Ucrania fue por considerar que la OTAN le amenazaba en su “patio vecino”. Sin embargo, la historia muestra que se trata de un presidente autocrático e intolerante, alguien que reprime con dureza cualquier brote de oposición y que, en su mente, actúa como uno de los viejos líderes de la Unión de Repúblicas Soviéticas (URSS), a quienes no le temblaba la mano a la hora de anexar países o territorios por interés geopolítico.
Igual que aquellos, Putin se ha convertido en un dictador. En Rusia no hay libertad de prensa, a los opositores se les encarcela e incluso asesina, la “libre economía” existe, pero siempre necesita la autorización del poder político.
Los informes de organismos de derechos humanos hacen señalamientos a Putin, similares a los que se hacían cuando viejos líderes como Nikita Khrushchev, o Leonid Brézhnev, eran amos y señores del imperio soviético. No por nada, el presidente ruso tuvo una formación pétrea en su paso por las filas de la KGB, la poderosa agencia de inteligencia soviética, que reunía las funciones de la CIA y el FBI.
No son pocos los expertos a nivel mundial que dicen que ya estamos viviendo la Segunda Guerra Fría, y no debemos olvidar que muchos capítulos de la Guerra Fría –la primera–, se libraron en los territorios de esta región.
Si es cierto que esa Segunda Guerra Fría ha principiado... lo mejor es defender los principios democráticos y no abrir las puertas a quienes piensan de forma diferente.