El territorio de la manipulación y de la falsedad rueda por doquier. Viene haciéndolo como una bola de nieve. Lo cruel es que cada día es un poco más grande, lo que envilece las relaciones humanas y nuestra propia convivencia. Por ello, quizás tengamos que ahondar más en nosotros mismos, buscar tiempo para reflexionar sobre los mecanismos ocultos de la maldad, adentrarnos en sus raíces para poder cambiar el mundo gradualmente. Hoy en día andamos tan sofocados que es muy fácil perpetuar el doblez en nuestras vidas. Sin duda, tenemos que ganar autodominio, tampoco encerrarnos sino abrirnos, cultivar la coherencia solidaria y la disponibilidad para promover el ansiado bien colectivo. Indudablemente, la renovación debe comenzar por nuestro interior, siendo más auténtico y menos sectario, lo que requiere de un persistente ejercicio de análisis que nos restaure la verdad, en medio de un estado confuso, en el que ingerimos de un solo trago un chisme que nos agasaja, mientras saboreamos gota a gota la verdad que, en ocasiones, nos amarga, y en realidad es la que justamente nos amansa. Ojalá aprendamos a discernir tanto cuando debemos hablar como cuando debemos callar.
Sea como fuere, tenemos que acostumbrarnos a llamar a las cosas por su nombre, no podemos desenvolvernos en una marea de apariencias que nos tritura como seres pensantes. La irresponsabilidad es manifiesta en toda la humanidad; puesto que, la perversa invención, el odio, la inhumanidad y la deshumanización están rompiendo nuestra fibra humana, que es la que nos hermana socialmente. Hemos de reevaluar, por tanto, nuestras actitudes y comportamientos. Nos hará bien, para comprender que es necesario tomar otra orientación y defender los derechos humanos sobre todo lo demás, al menos para que la humanidad pueda sobrevivir. De una vez por todas, tenemos la obligación de despojarnos de esta atmósfera hipócrita, que todo lo confunde en beneficio de algunos privilegiados. Precisamos, en consecuencia, desterrar esos discursos públicos malintencionados, embadurnados de mil atropellos e ilegalidades. Ya está bien de dejarnos falsificar por gentes sin escrúpulos, que lo único que siembran es desorden y división, contaminando las relaciones e infectando el orbe de escenarios amenazadores de muerte.