La venganza de los mapaches

“Mapaches”. Así empezaron a llamar los frustrados aspirantes a una posición, a quienes conservaban su empleo en secretarías e instituciones del Estado

  • 21 de marzo de 2025 a las 00:00

No hay autor indiscutible de este original tratamiento despectivo, pero según algunas fuentes -que bien podrían calificarse como apócrifas- fue utilizado por primera vez en la década de los noventa, en el gobierno de la “revolución moral”.

Quizás si se haga una búsqueda hemerográfica intensiva, pueda identificarse el primer titular o comentario aparecido en uno de los diarios de entonces, seguramente salido de la boca de un dirigente quejumbroso por la falta de empleo gubernamental para sí o para sus allegados.

No se trabaja en balde en una campaña política: el objetivo declarado de todo pega-afiches, grita-arengas, porta-banderas y cuida-votos es recibir una retribución a sus esfuerzos proselitistas; recordarle a doña Juana que debe votar por el “único líder de verdad” y luego cerciorarse que ella y su parentela acudan a las urnas para votar “por el indicado”.

Sin embargo, los fieles seguidores encontraron un obstáculo en una norma que, cada cuatro años, se vuelve un “problema” para la contratación de personal nuevo en el gobierno entrante: la Ley de Servicio Civil.

Además de establecer procedimientos detallados para ingresar a un empleo público, esa ley también los tiene para la terminación de una plaza estatal, precisamente para garantizar la profesionalización y permanencia de servidores públicos que apoyen, indistintamente, a cualquier gobierno que dirija los destinos de la nación.

“Mapaches”. Así empezaron a llamar los frustrados aspirantes a una posición, a quienes conservaban su empleo en secretarías e instituciones del Estado, sin ser militantes o simpatizantes del partido de turno (el liberal, para ser exactos).

El apelativo se popularizó en la boca de varios de los cabecillas y fue repetido por los medios de comunicación, prestos a revelar la inconformidad de las bases partidarias con sus autoridades.

El mapache es un mamífero que, además de hábil trepador, tiene una distintiva característica en el pelambre de su cabeza que luce como un antifaz alrededor de sus ojos; esta imagen se asocia, gracias a caricaturas y dibujos animados, a los ladrones que, buscando ocultar su identidad, ocultan su rostro detrás de caretas o máscaras.

Así pues, quienes “se robaban” las chambas de los esforzados activistas y se mantenían en esas posiciones que ellos “merecían más” fingiendo ser parciales del partido gobernante, eran “mapaches” y había que denunciarles para escarmentar a la dirigencia.

El mote resurgía cada vez que llegaban al poder los liberales, hasta que el golpe de 2009 los apartó del poder por doce años. Con el ascenso de Libre, el remoquete apareció de nuevo en las bocas de quienes reclamaban un premio a sus aportes a la causa de la refundación.

Varios funcionarios han recibido fuertes reclamos por permitir que los “mapaches” priven a “la resistencia” de un contrato o acuerdo en “su gobierno”.

Por eso, verdaderos sobrevivientes del campante sectarismo, de tanto en tanto, “la mapachera” también responde ¡y vaya cómo!.

(Continuará)

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