Columnistas

Las preguntas que deberíamos hacer

Hace varios años, en vísperas de la convocatoria a elecciones generales, comentábamos en estas páginas el contenido de una ingeniosa campaña diseñada y promovida por una reconocida organización de sociedad civil, en el que bajo un encabezado que rezaba “¿por quién votar?”, se invitaba a la población a reflexionar, antes de emitir su voto para elegir representantes y mandatarios.

En aquella original iniciativa se llamaba a votar por candidatos que respondieran a las expectativas y demandas de la mayoría, facilitando a electores su análisis mediante un listado de interrogantes. No era cualquier tipo de preguntas: se trataba de un verdadero escrutinio a la conciencia individual de cada votante que, irónicamente, hacía quedar muy mal parados a los aspirantes a cargos de elección. Veamos por qué.

Las preguntas eran: “¿Quién es realmente mi candidato/a?, ¿cuál es su propuesta?, ¿conoce los problemas de la comunidad o departamento?, ¿tiene proyectos concretos para atender estas necesidades?, ¿cómo ha sido su trayectoria pública?, ¿a qué sectores económicos, políticos y sociales está vinculado?”.

Responderlas, no obstante, resultaba complicado, pues implicaba que el candidato o candidata debería ser una persona harto conocida, o al menos capaz de hacer llegar tanta información a la población como para que esta pudiera formarse el criterio para distinguirlo de entre la numerosa oferta que contienen las papeletas. Dicho de otro modo, alguien cercano a sus potenciales electores, bien por el contacto personal o convivencia cotidiana, o porque había desplegado propaganda amplia y suficiente para alcanzar algún grado de identificación.

Se trataba de preguntas que, además de hacernos a nosotros mismos como ayuda para tomar una decisión adecuada, deberíamos tener la oportunidad de hacer directamente y a la cara a cuanta persona esté interesada en representarnos. Preguntas que, dicho sea de paso, tienen obligación de contestar convincentemente y sin rodeos.

Por ejemplo, si alguien nos hace una propuesta debería responder “¿cómo piensa llevarla a cabo?”; explicarnos, “¿cómo ha pagado su propaganda y de dónde provienen los recursos que ha utilizado para ello?” (independientemente de si ha cumplido o no con requisitos formales de la Unidad de Política Limpia). ¿Acaso no quisiera usted, elector y electora, que los candidatos declararan cuántos bienes poseen el día que asumen un cargo y cuántos (y dónde) al final de su ejercicio?, o que le aclaren “¿con qué frecuencia nos rendirán cuentas sobre lo que han hecho?”, o, todavía mejor, “¿cada cuánto se reunirán con nosotros para preguntarnos nuestras necesidades y preocupaciones?”.

Todo aspirante debería respondernos estas preguntas y otras más que permitan saber cuanta información sea posible sobre ellos. Los eslóganes, cancioncitas y fotos retocadas ya no bastan. Es hora de que demuestren, sin máscaras, si los antecedentes, capacidad y cariño que pregonan son reales o simples cantos de sirena.