Columnistas

Lo esencial y lo superfluo

Ante la posibilidad real, que no puede descartarse, de ser víctimas de la epidemia del coronavirus, aquellas ficticias preocupaciones que atormentaban hoy resultan baladíes.

Soberbia y orgullo fatuos, exhibicionismo, hedonismo, consumismo desenfrenado: llevar estilos de vida y patrones de consumo más allá de nuestras posibilidades reales de pago hoy pasa factura.

Aquel aparentar riquezas imaginarias, inexistentes, por razones de prestigio, hoy colapsa, retornándonos a la dura, implacable realidad.

Para miles de compatriotas que se han endeudado vía uso y abuso de tarjetas de crédito, hoy se encuentran ante la imposibilidad de enfrentar los puntuales pagos, con el agravante que las usurarias tasas de interés crecen con el transcurso del tiempo hasta alcanzar límites impagables.

Si la clase media ha llevado, hasta ahora, estilos de vida no compatibles con sus ingresos, la clase alta ha practicado ostentación de su riqueza -bien o mal habida-, en un país donde dos terceras partes de su población subsiste sumida en pobreza y miseria abyecta, los contrastes son brutales, obscenos: el año pasado, 2019, el ingreso per cápita de los hogares más ricos del país fue 22.17 veces más alto que el ingreso per cápita de los hogares hondureños más pobres: L 9,917.27 y L 447.28, respectivamente.

En las actuales condiciones de incertidumbre y contracción económica, debe cesar la importación de productos suntuarios que contribuyen al creciente déficit en la balanza comercial con el exterior.

No olvidemos que el valor de nuestras exportaciones se reducirá al igual que el monto de las remesas -fuente principal de captación de divisas-, igual tendencia a la baja acusa la inversión nacional y extranjera directa. Se impone la revisión de la actual política y paradigma económico de las prioridades en el gasto público y familiar. El reto: incrementar la producción, productividad, competitividad.

Priorizar las esencialidades, descartando lo superfluo, debe ser hoy el objetivo gubernamental y familiar para garantizar nuestra existencia como nación y seres humanos.

Planificar ingresos percibidos y egresos a desembolsar, buscando equilibrar ambos, a efecto de poder hacer frente a eventualidades e imprevistos.

Tiempos especiales como los que experimentamos requieren de respuestas enérgicas, puntuales, imaginativas, disciplinadas, aportando todos, proporcionalmente, al objetivo común: supervivencia hoy, reactivación mañana.

¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad¡