El neoliberalismo es una criatura engendrada en la panza del “capitalismo salvaje” que tiene lo suyo y lo ajeno en la Hibueras empobrecida de Morazán el unionista, de Cabañas el de “sin tacha y sin miedo”, del estadista Herrera y otros soñadores que en su momento histórico apostaron con sus vidas que “otro mundo es posible”.
A pocos años del bicentenario de la independencia de España se encontrarían nuestros próceres con un país regido por un modelo económico y que nos lo clavaron como un paradigma universal cuya premisa inicial era que la sociedad, vía acumulación de los recursos económicos y productivos en manos de los ricos, generaría un efecto de desparrame de la riqueza en las mayorías sociales a través de las inversiones multimillonarias porque desarrollarían la productividad y el empleo. A eso le llamaron “compartir la gran torta de la riqueza nacional”. Pero eso fue la monstruosa y mayor falacia de todos los tiempos.
Defensores del propio capitalismo han insistido en que el neoliberalismo ha sido y es un contrasentido para el desarrollo digno para esta patria y resto del mundo, asegurando con voz propia que con dicho modelo se profundizó el subdesarrollo y atraso en todos los niveles de la vida.
El neoliberalismo como expresión capitalista a ultranza ha entrado en una fase brutal de neocolonialismo puro, en donde su objetivo fundamental es la apropiación del país y sus riquezas prodigiosas con democracia electorera como mampara para lo peor. En este contexto se configura el Plan Mesoamérica, que involucra a México y Centroamérica, en beneficio de compañías estadounidenses y europeas. Su propósito es claro: el saqueo de las riquezas naturales con beneficios pírricos para Honduras y resto de Mesoamérica, con la complicidad de gobernantes espurios que avanzan como vulgares mandaderos, promoviendo la creación de las “ciudades modelos” (ZEDES), la entrega de carreteras, puertos; las concesiones de ríos y minas sin ningún miramiento ambiental y la violación de la soberanía. En este arrebato neoliberal, nuestro territorio es estratégicamente clave. El canal seco y que atraviesa el valle de Comayagua, casi listo con sus cuatro carriles, en cuestión de tiempos cómodos, acortará distancias entre el océano Pacífico y el Atlántico para el trasiego de mercaderías. Entonces, no hay que ver con bobería y garrafal despiste al proyecto reeleccionista y anticonstitucional del actual gobernante como una movida del Partido Nacional. Falso. Es una estrategia estadounidense ejecutada por mandaderos de lacayuna historia, con precisión matemática.
Si Morazán y Cabañas estuviesen entre nosotros, jure usted testimoniar la tristeza y vergüenza de nuestros próceres al contemplar cómo estos megalómanos convirtieron a nuestro país en el patio trasero de poderes supranacionales.
A pocos años del bicentenario de la independencia de España se encontrarían nuestros próceres con un país regido por un modelo económico y que nos lo clavaron como un paradigma universal cuya premisa inicial era que la sociedad, vía acumulación de los recursos económicos y productivos en manos de los ricos, generaría un efecto de desparrame de la riqueza en las mayorías sociales a través de las inversiones multimillonarias porque desarrollarían la productividad y el empleo. A eso le llamaron “compartir la gran torta de la riqueza nacional”. Pero eso fue la monstruosa y mayor falacia de todos los tiempos.
Defensores del propio capitalismo han insistido en que el neoliberalismo ha sido y es un contrasentido para el desarrollo digno para esta patria y resto del mundo, asegurando con voz propia que con dicho modelo se profundizó el subdesarrollo y atraso en todos los niveles de la vida.
El neoliberalismo como expresión capitalista a ultranza ha entrado en una fase brutal de neocolonialismo puro, en donde su objetivo fundamental es la apropiación del país y sus riquezas prodigiosas con democracia electorera como mampara para lo peor. En este contexto se configura el Plan Mesoamérica, que involucra a México y Centroamérica, en beneficio de compañías estadounidenses y europeas. Su propósito es claro: el saqueo de las riquezas naturales con beneficios pírricos para Honduras y resto de Mesoamérica, con la complicidad de gobernantes espurios que avanzan como vulgares mandaderos, promoviendo la creación de las “ciudades modelos” (ZEDES), la entrega de carreteras, puertos; las concesiones de ríos y minas sin ningún miramiento ambiental y la violación de la soberanía. En este arrebato neoliberal, nuestro territorio es estratégicamente clave. El canal seco y que atraviesa el valle de Comayagua, casi listo con sus cuatro carriles, en cuestión de tiempos cómodos, acortará distancias entre el océano Pacífico y el Atlántico para el trasiego de mercaderías. Entonces, no hay que ver con bobería y garrafal despiste al proyecto reeleccionista y anticonstitucional del actual gobernante como una movida del Partido Nacional. Falso. Es una estrategia estadounidense ejecutada por mandaderos de lacayuna historia, con precisión matemática.
Si Morazán y Cabañas estuviesen entre nosotros, jure usted testimoniar la tristeza y vergüenza de nuestros próceres al contemplar cómo estos megalómanos convirtieron a nuestro país en el patio trasero de poderes supranacionales.
*Periodista y comunicador popular