Uno también se siente orgulloso. Hay tanto por qué. Pero más aún cuando a pesar de las dificultades se alcanzan los objetivos. El servicio público es difícil. ¡Qué difícil es ser servidor público en Honduras! Ser proactivo y decente puede ser muy difícil en un ambiente en donde está interiorizado culturalmente que el Estado es botín, que quien lo gobierna debe, del mismo, proveer a quienes le han ayudado a alcanzar el poder.
Los valores son inversos para algunos que llegan y para otros que pretenden hacerlo. Con poco muestran lo que harían si tuvieran el verdadero. Bueno, quizás por eso mismo no lleguen. También es difícil ser empresario, también ser profesionista liberal o también ser joven. Que difícil lo tienen los jóvenes. También ser mujer. Uy, qué difícil para muchas. Heroínas son. El machismo se cambia nombres y ropajes, pero es el mismo.
La dificultad es intrínseca a la actividad humana, pero más si en la sociedad en que se vive la desigualdad de oportunidades es cotidiana o son menospreciados quienes tratan de alertar sobre lo dañino que es para toda esa sociedad el que unos pocos se queden con lo de todos. Menospreciados y bajo amenaza constante. Pero tiene que ser más difícil aún para quienes tienen que acosar al malversador del erario, buscar su castigo con el fin ulterior de disuadir se siga cometiendo. Perseguir el delito nunca ha sido fácil. En un pueblo donde todos se conocen y hasta son compañeros de lucha… política, y hasta si no es que se comparten glóbulos rojos y blancos se requiere un agudo sentido de responsabilidad patria para cumplir con el deber.
No, no es la remuneración ni la propia estima, tiene que ser algo más trascendente. Nosotros también estamos orgullosos del fiscal Chinchilla y del fiscal Santos. De su labor. Sin afanes de notoriedad ni palabrería. Tienen adversarios. Neutralizarles les es asunto de vida o muerte. O menos dramático: de cárcel o impunidad. Desvanecer la Maccih les es vital. Entonces Honduras necesita la Maccih.