Ya tenemos palabra del año en español, sí, la que selecciona la Fundación del Español Urgente y la agencia EFE: “dana” (depresión aislada en niveles altos). Esta elección en parte ha sido por lo que significó ese fenómeno este año para la península ibérica, debo admitir que es una palabra que por lo menos yo no recuerdo haber escuchado sino hasta este 2024, lógicamente su elección también se debió a que se volvió una palabra muy frecuente en los medios de comunicación para transmitir la noticia y eso derivó en muchas consultas lingüísticas, sobre todo aquellas relacionadas a su ortografía.
Puede que parezca que “dana” a nosotros en Honduras poco nos dice, sobre todo porque fueron hechos sucedidos en la península ibérica y porque es un término que aquí en absoluto es utilizado, al menos mediáticamente, pero pienso que no es así. Por un asunto cultural, idiomático e histórico, si se quiere, sí nos interesa lo que suceda en España y también es el hogar de muchos y muchas compatriotas.
Pero es que además de eso, las palabras, sobre todo aquellas que cobran una preeminencia sobre otras, suelen describir o por lo menos dar pistas para descifrar el mundo que habitamos. El hecho de que haya sido un fenómeno meteorológico la palabra del año habla de cómo esta casa común nos está hablando. Nosotros lo vivimos con las tormentas tropicales y los huracanes, que en algunas ocasiones son implacables con nuestro país y los que lo rodean. Creo que en más de una ocasión la palabra del año en Honduras (práctica que debería emular la Academia Hondureña de la Lengua) pudo haber sido sequía, deforestación, huracán o si quieren con nombre propio Eta y Iota.
La elección de la palabra del año a muchas personas les podrá parecer simplemente una curiosidad o algo anecdótico para tener de qué platicar en las fiestas con los amigos y familiares, pero yo lo veo de otra manera. Para no irnos tan lejos, en 2023 la palabra del año fue “polarización”, que describe con mucha precisión los tiempos que vivimos en Honduras, América y el mundo.
Y si revisamos algunas de las candidatas a palabra del año (sí las hay, como un certamen de belleza porque ¿hay acaso algo más hermoso que las palabras?) nos resulta un menú más que interesante: “alucinación” (en referencia a la inteligencia artificial), “gordofobia”, “micropiso”, “narcolancha”, “reduflación” (un término que me parece espectacular, los y las invito a que busquen su significado y sus implicaciones), “turistificación” y “woke” (esta última yo pensé que sería la elegida). Es como un resumen de los tiempos modernos, ¿verdad? Y bueno, si usted revisa la lista desde 2013 sería como hacer un resumen de la década.
Como lingüista y profesor que soy no puedo evitar hacer un campo léxico de “dana” en el que además de sus similares meteorológicos estará, por supuesto, desastre, naturaleza, inundaciones, pero por otra parte también solidaridad, empatía, resiliencia y esperanza, entre otras.
Las palabras son más que una herramienta, son, como se diría en el análisis crítico del discurso, nuestras representaciones sociales y mentales, es decir, se corresponden tanto con los hechos que nos rodean como con la construcción que hacemos en nuestra mente a partir de esos hechos. Así que quizá en las conversaciones festivas puede hablar más allá de lo anecdótico.