Por los mares de la Desinformación

La desinformación existe desde que se utilizaban en la Edad Media los bandos o edictos, para dar a conocer las órdenes reales. Quién los leía tenía información, pero en su traslado se cambiaban detalles, y se podía caer en lo que hoy se llama “información engañosa”

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¿Quién no celebró con bombos, platillos y expresiones jubilosas los grandes adelantos que permitieron que en el inicio del siglo XXI se hablara de la “era de la información” por la facilidad que Internet trajo para trasladar noticias, opiniones y todo tipo de contenidos que permiten a las personas, de todos los continentes, enterarse de los sucesos nacionales o mundiales en apenas minutos, cuando no en vivo?

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Quienes hoy tienen menos de 30 años ni siquiera conocieron “el viejo mundo”, ese “arcaico”, en donde las noticias únicamente se trasladaban por medio de periódicos, revistas, televisión o radio, medios que, para ganar la aceptación del público tienen como arma principal su credibilidad, producto de un trabajo eficiente y profesional.

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Aunque hubo intentos de crear plataformas de intercambio social en las postrimerías del siglo XX, no es sino con la irrupción de Facebook en 2004, cuando esta corriente moderna se dispara, hasta llegar al momento actual, en que la mayoría de personas del mundo prefiere informarse por medio de redes sociales, sin percatarse, la mayoría de las veces, de la gigantesca manipulación que se hace por medio de ellas, hasta provocar una gigantesca ola de desinformación que, mucho me temo, crece cada día y sin control a la vista

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SixDegrees fue la primera red social moderna (1997), luego vino MySpace (2003), YouTube (2005) y finalmente la explosión con Facbook, Twitter –hoy X– (2006), WhatsApp (2009), Instagram (2010), Snapchat (2011), TikTok (2016). Para comprender el alcance, puedo mencionar que Facebook tiene más de 3,000 millones de usuarios, YouTube 2,500 millones, WhatsApp 2,000 millones y TikTok 1,600 millones. Estas cifras nos dan una idea de la fuerza de las redes sociales.

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A manera de comparación, podemos mencionar que el periódico más influyente del hemisferio, el New York Times, tenía una circulación diaria de 1.1 millones de ejemplares en el año 2000, con un alcance a nivel nacional en Estados Unidos, aunque con repercusiones, me atrevería a decir, a nivel mundial.

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El columnista de un diario importante debe ser una persona que tenga alguna de estas cualidades: ser responsable en el manejo de la información, tener representatividad colectiva o experiencia y conocimientos sobre uno o más temas –según temática–. En resumidas cuentas, alguien que no haga quedar mal al diario en su credibilidad.

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En las redes sociales han surgido los llamados “influencer”, muchos de los cuáles hacen de su ejercicio una lucrativa actividad, sin preocuparse de la credibilidad o veracidad de lo que transmiten, mientras que abundan los netcenters, con provocan una distribución masiva de auténticadesinformación, según intereses de quienes los contratan u operan.

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Mientras los medios impresos disminuyen su circulación, baja la audiencia de los noticieros de televisión y radio, la gente se conforma con lo que reciben en sus redes sociales, convertidas, como he señalado antes, en un mar de desinformación, en el que es difícil de discernir entre los cierto y lo falso.

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Uno de los principios que se utilizan en las grandes campañas que se montan para desinformar –elecciones, acontecimientos importantes o temas ideológicos, religiosos, ambientales, etcétera– es la de utilizar verdades a medias o esa llamada “información engañosa” que, aunque parte de hechos reales, se retuercen, tergiversan o se mezclan con mentiras con el fin de influir en corrientes de pensamiento, lo que antes se llamaba opinión pública.

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En la reciente campaña electoral en Estados Unidos, se ha comprobado, por medio de algunos estudios, la manipulación de las redes sociales. En determinados casos, como la red X, de Elon Musk, se ha visto una tendencia para favorecer a Donald Trump, quien por cierto ha nombrado al magnate como futuro director del Departamento de Eficiencia Gubernamental (¿?).

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Todas las redes sociales tienen un mismo “pecado original”, y es que la forma de abrir un perfil es tan sencilla, que permite la falsedad de identidades, por lo que muchos de sus usuarios se convierten en verdaderos activistas anónimos de causas o corrientes específicas, precisamente para difundir noticias engañosas... ¡pura desinformación! Por cierto, uno de los creadores de ese tipo distorsión informativa fue el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels, quien lo logró en su país sin redes sociales.

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Finalmente, para terminar de manipular la información de manera premeditada, están los famosos algoritmos que utilizan las redes sociales, los cuáles hacen que las personas reciban los mensajes según sus gustos o preferencias. Con esto se logra que caigan algunos incautos dentro de diferentes corrientes, mientras que otros lo que hacen es terminar de convencerse de lo que prefieren –sean personas, temas, partidos políticos, ideologías, corrientes de pensamiento en general–. Los expertos advierten que esto está provocando que se consoliden las corrientes radicales, principalmente aquellas que tienen mayores recursos para difundir la información engañosa.

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Si hemos visto que el mundo está loco, loco, loco... pues queda claro que el mayor causante de todas las locuras que vemos es, precisamente, la DESINFORMACION, esa que llega por las redes sociales.

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