Columnistas

Es necesario que busquemos implementar en Honduras una Cultura de la Legalidad o lo igual y repiten políticos y aprendices de serlo, a respetar y a hacer valer el Estado de Derecho. El mismo que desde hace tiempo es mito. ¿Si no, quiénes se someten al imperio de la ley? ¿Quiénes reconocen y hacen valer la separación de poderes? ¿Quiénes acatan la legalidad de todos los actos de la administración pública? ¿Quiénes tienen compromiso con el respeto a los derechos humanos? Los que están obligados por razón de sus deberes públicos, no lo hacen. Quienes ostentan el poder y quienes lo buscan, solo piensan en la ley para aplicarla si les conviene o para tallarla a sus objetivos personalísimos. Y así no se hace Patria. Así no se fortalece el Estado de derecho. Por eso es que empiezan sorprendiéndonos y hacen que terminemos cuestionándolos. Quienes se dicen muy honrados, pero no pueden rendir cuentas claras, disipan credibilidad, aunque muy goggelianos, perdieron el pudor y mienten, mienten, terminando por creerse sus mentiras, ellos antes que los demás. Nos están haciendo un país de ficción, como de pena. Lo maravilloso que es, no es suficiente: duele que jóvenes solo piensen en la forma de huir de esta realidad. Que evadan el reto de la superación individual y colectiva, aquí y no en otro lugar en donde solo serian sombras. Solo los “vivos”, que le “entienden al trámite” y los que aspiran a hacerlo permanecen voraces o en preparación. Da tanta vergüenza que no nos corresponde, verlos insaciables destazando el Estado. Todos nos enteramos, aunque no siempre les señalemos. ¿No aprendieron a trabajar? ¿Qué hacían antes? Estamos obligados a revertir este camino de desolación. Honduras es grande, debemos sostenerlo y realizarlo. Y para ello debemos participar activamente en política, como medio para cambiar las cosas. No para parecernos a quienes usufructúan el poder en su beneficio. Y solo lo lograremos con elecciones limpias, primarias y generales. Esa debe ser nuestra prioridad.