Algunos amigos me han preguntado ¿por qué mis artículos no son suficientemente enérgicos en contra de la presidenta de la República? Aclaro que guardo por doña Xiomara una consideración especial, quizás heredada de su padre don Irene Castro Reyes, a quien conocí a mediados de los años cincuenta cuando él ingresaba a la Facultad de Derecho. Mi padre, a la sazón, era jefe inmediato de una pléyade de jóvenes del interior del país, ansiosos por superarse, que laboraban en el antiguo ministerio de Hacienda, bajo la dirección de mi padre. Ese deseo de superación motivó que se les concediera permiso para suspender sus labores una hora antes del cierre diario de actividades con el fin de que pudieran asistir a clases. Todo aquel grupo se convirtió en una camada de exitosos profesionales en las ramas del Derecho y de la Economía, personajes que llegaron a ocupar posiciones cimeras en el engranaje de la administración pública y en el ejercicio profesional privado. El respeto, la cordialidad y las muestras de agradecimiento de todos aquellos jóvenes para mi padre perduraron por muchísimas décadas y por eso le doy a nuestra mandataria el beneficio de esa estimación.
No voté por doña Xiomara, no simpatizo con su partido y guardo de la administración de su esposo no muy gratos recuerdos por la cantidad de errores y de malas actuaciones que tuvo en su gobierno y porque creo que doña Xiomara es una persona con buenas intenciones pero, lastimosamente, sobre dominada por su cónyuge y por un grupito de inescrupulosos avorazados e incapaces compañeros de gabinete, cuya mayoría le fueron impuestos a la presidenta por aquellos dirigentes políticos cuyos objetivos están lejos de ser aquellos que requiere el país para abandonar los bochornosos niveles de atraso general en que se encuentra Honduras y, sobre todo, por aquellos “seudo-dirigentes”, varios casi analfabetas, responsables de todas esas acciones desestabilizadoras del régimen cuyo origen se encuentra en el vientre del mismo Congreso Nacional y en las turbas que se atreven, incluso, a contradecir los nombramientos que la señora presidenta ha tenido a bien realizar en varias dependencias del Estado.
Las últimas metidas de extremidades en el campo de las relaciones internacionales han empañado, de tal manera, la imagen de nuestro país frente a la comunidad internacional de mandatarios latinoamericanos, que, a los hondureños, por cuyas venas nos corre sangre genuinamente catracha y no horchata, como a muchos aprendices de brujos, nos llena de vergüenza y de cierta rabia tanto irrespeto y subvaloración de la inteligencia hondureña. Los defensores de oficio de esas metidas de pata, por su incapacidad, embarran más la imagen del gobierno haciéndonos aparecer como una comunidad de diplomáticos cavernarios. Al ocupar una posición tan honrosa como es la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, todos los funcionarios devienen obligados a poner su máximo esfuerzo por el triunfo de doña Xiomara y cerrarse la boca cuando no estén en capacidad de emitir juicios inteligentes, coherentes y no chabacanes.