Columnistas

Resurrección 

A propósito de esta Semana Santa provoca la urgencia de reflexionar sobre la necesidad tangible que los hondureños resucitemos, volvamos a nacer en una nueva, mejorada y cualitativamente superior vida como sociedad. No es nada fácil, para ello es necesario esforzarnos para abandonar, progresivamente, el 'ser social' que tenemos.

¿Por qué hay que resucitar? Porque la Honduras que hoy tenemos adolece de grandes fallas de tipo social, económico y político, esa realidad exige cambios. Y cuando se habla de los grandes problemas es muy fácil y cómodo echarle la culpa a otros, generalmente a los políticos, no nos damos cuenta que ellos son el reflejo, la copia, de lo que nosotros, el pueblo, somos.

En una u otra medida, todos somos responsables del calvario que día a día vive el país. Por nuestra arrogante indiferencia, egoísmo, doble moral y acomodamiento ante lo que tenemos como país. Nos quejamos de todo, solo pasamos criticando, pero somos nosotros mismos los que matamos la patria con esas malas actitudes.

Exigimos al gobierno cambios, comportamiento ético y apegado a la ley, mejora en las condiciones de vida, sin embargo, no exigimos lo mismo para nosotros, no queremos darnos cuenta que el cambio debe iniciar en nosotros mismos, ellos somos nosotros. Sin un cambio de actitudes personales es imposible que se logre un cambio social.

Puede que a muchos estas breves palabras les suenen huecas, lo comprendo perfectamente, porque creemos solo en lo que queremos creer, en lo que estimula el confort del egoísmo, por eso es tan difícil la tarea de enderezar el rumbo personal o de la nación. Lo más fácil es odiar al rival, intentar destruir al oponente, renegar de todo y maldecir la patria. Lo difícil es construir entre todos, pensar en alternativas distintas y posibles, reconocer que la verdad y la razón no tienen dueño, que todos tenemos algo de ellas.

Resucitar, volver a nacer, tanto espiritualmente como socialmente, es la empresa más grande que cualquiera puede intentar, no obstante el esfuerzo, la recompensa es trascendental.